"La relación de la psicología con el yo no debería construirse en términos de una oposición entre descoloridas concepciones psicológicas de la persona y el ser persona real, concreto y creativo. Este fue el tema de muchas críticas a la psicología de la inteligencia, la personalidad y la adaptación en la década de 1960, y lo sigue siendo en las nuevas psicologías “humanistas”. Es más instructivo estudiar de qué modo participó la psicología en la construcción de diversos repertorios para hablar sobre personas que se destacan en algún aspecto y en relación con diferentes problemas, y que guardan una relación particular con los tipos de yo que se presuponen en las prácticas contemporáneas de administración de los individuos, repertorios que también intervienen para evaluarlas y actuar sobre ellas.
Por un lado, la persona quedó abierta, de distintas maneras, a las intervenciones conducidas en nombre de la subjetividad: el sujeto calculable, provisto de características relativamente estables, definibles, cuantificables, lineales y con distribución normal (los dominios de la inteligencia, la personalidad, la aptitud, etcétera); el sujeto motivado, dotado de una dinámica orientación interna hacia el mundo, con necesidades por modelar y satisfacer; el sujeto social, que busca solidaridad, seguridad y un sentimiento de valor; el sujeto cognitivo, en busca del sentido, guiado a través del mundo por las creencias y las actitudes; el sujeto psicodinámico, impulsado por fuerzas y conflictos inconscientes; el sujeto creativo, que lucha por alcanzar la autonomía a través de la realización y la elección, y le da significado a su existencia por medio del ejercicio de su libertad. En las sociedades democráticas liberales, la concepción y las normas de la subjetividad son pluralistas. Pero la condición de posibilidad para cada versión de sujeto contemporáneo es el nacimiento de la persona como un yo psicológico, la apertura de un espacio de objetividad ubicado en un orden “moral” interno, entre la fisiología y la conducta: una zona interior con sus propias leyes y procesos que constituye un campo posible para un conocimiento positivo y una técnica racional.
Por otro lado, distintos fragmentos y componentes de las disciplinas “psi” se incorporaron al repertorio “ético” de los individuos, al lenguaje que los individuos utilizan para hablar de ellos mismos y de su propia conducta, para juzgar y evaluar su existencia, para dar significado a su vida y para actuar sobre sí mismos; hecho que transforma aquello que denomino, siguiendo a Foucault, nuestra “relación con nosotros mismos”: la manera en que hacemos inteligibles y practicables nuestro ser y nuestra existencia, nuestro modo de pensar acerca de nuestras pasiones y aspiraciones, y nuestra manera de expresarlas, nuestra forma de identificar y codificar nuestras desafecciones y nuestros límites, y de responder a ellos.
La construcción de lo psicológico
Desde esta perspectiva, la psicología es más importante por lo que hace que por lo que es. Es decir que la psicología alteró la manera en la que es posible pensar acerca de las personas, las leyes y los valores que gobiernan las acciones y la conducta de los demás y, de hecho, las de nosotros mismos. Aún más, la psicología revistió de una mayor credibilidad a algunas formas de pensar acerca de las personas debido a que aparentemente se funda en el conocimiento positivo. Haciendo pensable al sujeto humano con arreglo a diferentes lógicas y fórmulas y sentando la posibilidad de evaluar con medios científicos las formas de pensar acerca de las personas, la psicología también torna a los seres humanos más dóciles, más dispuestos a que otros les hagan ciertas cosas y también les permite hacerse cosas nuevas a sí mismos. La psicología abre a las personas a una serie de intervenciones calculadas cuyos fines se formulan en términos de disposiciones y de cualidades psicológicas, las cuales determinan la forma en que los individuos se conducen a sí mismos, intervenciones cuyos medios se ajustan ineludiblemente a la luz del conocimiento psicológico sobre la naturaleza de los seres humanos.
La meta de una historia crítica de la psicología sería hacer visibles las relaciones profundamente ambiguas entre la ética de la subjetividad, las verdades de la psicología y el ejercicio del poder. Una historia crítica de este tipo abriría un espacio en el que podríamos volver a pensar los vínculos constitutivos entre la psicología (como forma de conocimiento, tipo de pericia y terreno de la ética) y los dilemas del gobierno de la subjetividad que enfrentan hoy las democracias liberales."
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