En el País de los Negocios del ya histórico 15 de mayo, aparecían dos artículos muy ilustrativos sobre la crisis económica y sus causas, firmados (nada menos) que por Jeffrey Sachs y Paul Krugman. Como señala éste “la opinión mayoritaria de la élite política (sabios autoproclamados, funcionarios y expertos de prestigio) es la afirmación de que la culpa es, en su mayoría, de los ciudadanos”. Cuando, para Krugman, “eran políticas abanderadas por pequeños grupos de personas influyentes, en muchos casos, las mismas personas que ahora nos dan lecciones a los demás sobre la necesidad de ponernos serios”. Por su parte, Sachs considera que “dos años después de la mayor crisis financiera en la historia ni un solo líder financiero afronta penas de cárcel…siendo sus accionistas y no sus directores ejecutivos los que pagan el precio”. También escribe Sachs “la corrupción florece en la oscuridad y hoy mas información que nunca sale a la luz a través de correos electrónicos y blogs, así como Factbook, Twitter y otras redes sociales” (eso que pone tan nerviosos en estos últimos días a partidos políticos y medios de comunicación).
Cuando se habla de la sostenibilidad del sistema sanitario, las élites de las que hablaba Krugman ( sabios autoproclamados, funcionarios y expertos de prestigio) , culpan también del desastre a los ciudadanos manirrotos, deseosos de consumir desaforadamente servicios sanitarios. Y las mejores soluciones (aunque de momento comentadas con discreción) sería aumentar copagos, y “adelgazar” el sistema público, facilitando la entrada de lo privado allá donde no se ha hecho aún. Esto permitiría que los ciudadanos se paguen de sus bolsillo determinadas prestaciones, ya “ insostenibles”. En definitiva, aquí también los mismos que causan el crecimiento de los gastos sanitarios son los que actúan de expertos en luchar contra la crisis.
Porque entre estos últimos juegan un papel muy relevante los especialistas de “reconocido prestigio”, refugiados en servicios de élite, habituales comentaristas en periódicos, radios y televisiones, que actúan de inductores del consumo de supuestas innovaciones médicas, que supondrán un cambio radical en el diagnóstico, tratamiento o cura de cualquier enfermedad. Difunden su mensaje, siempre esperanzador, en estrecha alianza con la industria que comercializa sus “avances” y los medios de comunicación que lo publicitan, uno de cuyos ejemplos veíamos el viernes 13 de mayo, en El País.
La Editor’s Choice del BMJ de hace unos días de Fiona Godlee se dedicaba precisamente a tratar el espinoso asunto de “quien debe definir la enfermedad” a raíz de un artículo de Ray Moynihan en la misma revista, en el que analiza la composición y forma de trabajo de los paneles de expertos, que determinan cuando y como se “inventa” una enfermedad. Y éstos distan habitualmente de ser neutros. Por ejemplo, de los 12 “expertos” que definieron el controvertido término de pre-hipertensión , 11 recibían dinero de la industria farmacéutica. La cosa alcanza niveles bastante escandalosos en el caso de las definiciones de enfermedades mentales en el DSM , en cuya 4ª edición, el 56% de los panelistas recibían dinero de la industria, que alcanzaba el 100% en determinados paneles como los que definen los trastornos del ánimo. En opinión de Allen Frances, el psiquiatra que actuaba de Director de la 4ª edición, esto contribuye de forma sustancial a una “explosión de innecesarios diagnósticos en áreas de déficit de atención, autismo y trastorno bipolar”.
Para Frances “los nuevos diagnósticos son tan peligrosos como los nuevos fármacos”, ya que "puede llevar a millones de personas a ser tratados con fármacos que no necesitan y que por el contrario, pueden provocarles daños”.
Moynihan señala en su artículo el caso de la redefinición del umbral para establecer el diagnóstico de la diabetes gestacional, que permitió doblar el numero de mujeres aquejadas de dicha condición, alcanzando nada menos que al 20% de las gestantes. A este paso no es de extrañar, como señala Moynihan, que toda la población adulta sea clasificada como portadora de al menos una enfermedad crónica. Tal vez por eso nuestro sistema debe reorientarse hacia la atención a los pacientes crónicos ( como dicen los "expertos") …aunque las enfermedades sean inventadas.
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