13 feb 2025

Reflejos desde la consulta - La urgencia

Viniste de urgencias. En la historia clínica veo que por la mañana habías tenido una consulta con tu médico, que te había recetado algunas cosas para manejar la gastroenteritis. Y aquí estabas, a última hora de una tarde en la que a las citas habituales se sumaron unas cuentas más, por lo que el cansancio ya hacía mella. Me cuesta poner buena cara, y te lanzo un "¿Por qué has venido de urgencias?" que soy consciente de que suena más cuestionamiento que a interés. Me cuentas lo que esperaba escuchar, la diarrea, los vómitos, ausencia de fiebre... Pero mientras me lo cuentas te tiembla la voz, cada vez un poco más. Trato de tranquilizare, no parece nada importe, hay muchos otros casos como el tuyo, durará poco tiempo... Te lo digo de varias maneras, pero no parece cambiar nada... Sigue temblando tu voz, cada vez más tensa y distante... Me cuentas que la consulta de la mañana fue telefónica, ni siquiera habías entendido que tuvieras medicamentos recetados que pudieras recoger en la farmacia... "¿Y si me pongo muy tan mal que no puedo cuidar a mi hija, si me desmayo y ella me ve en el suelo?". Vuelvo a explicarte que eso es muy raro que ocurra, que parece un cuadro leve... Agachas la cabeza mientras escribo en el ordenador...  Y pienso... Tengo ganas de acabar, pero has hecho presente una incomodidad que no me lo permite...

"¿Por qué estás tan preocupada?", te pregunto al fin. Y tras un primer "No lo sé, no lo tengo claro", empiezas a señalar posibilidades... Quizás sea porque llegaste hace dos años de tu país... Quizás porque desde entonces no tienes ni trabajo ni amistades, como sí tenías allí... Quizás sea la soledad a la hora de hacerte cargo del cuidado de tu hija, pese a que viniste para que pudiera estar también con su padre... Quizás... Quizás... Lo único claro es que la mochila que cargas pesa demasiado, y la impotencia al sentirte débil, frágil y con miedo a no poder seguir sosteniéndola te ha desbordado. Te angustia. Te sientes incapaz, presa de la situación. 

Sigues hablando. Sigues contando, interrumpiéndote a ti misma en varias ocasiones para decirme: "Gracias por dejarme hablar"... "Gracias por dejarme hablar"... "Gracias por dejarme hablar"...

Al cabo de unos minutos terminamos, ahora sí, la consulta. Te propongo pedir cita con tu médico para poder ir abordando todo esto poco a poco si ves que te puede ayudar. Me dices que de acuerdo. 

Me levanto para despedirte. En algunas consultas con mucha carga emocional me acerco al otro lado de la mesa para poder tender la mano, o ponerla en el hombro y tratar de transmitir ánimo. Tú te has dado la vuelta y estás a punto de abrir la puerta, pero en cuanto notas el contacto de mi mano en tu espalda te giras y me abrazas. Me abrazas poco a poco, cada vez más fuerte. Te abrazo. Nos sostenemos así en silencio durante algunos segundos. Lo necesitabas. Lo necesitábamos.

Volviendo a casa, no me puedo quitar de la cabeza esta escena. Y cuanto más lo pienso, más importante me parece lo que ha pasado. Porque has llegado rota, desbordada, impotente. Aún así, a ese bloqueo le has ido poniendo palabras. No las definitivas, sin llegar todavía a resolver nada, pero si pudiendo expresar, nombrar, reconocer algunas heridas y sufrimientos. Y, al final, más allá de las palabras, has podido pasar a la acción, rompiendo con la impotencia para reclamar un abrazo, para volver a sentir lo importante del sostén mutuo para seguir en camino o, al menos, para no desfallecer. Frente a la angustia, el calor de lo humano, que cuando no se nos regala hay que buscar como reconstruir.

Gracias. Ahora entiendo la urgencia. Estos abrazos siempre lo son.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario