"¿Por qué estás tan preocupada?", te pregunto al fin. Y tras un primer "No lo sé, no lo tengo claro", empiezas a señalar posibilidades... Quizás sea porque llegaste hace dos años de tu país... Quizás porque desde entonces no tienes ni trabajo ni amistades, como sí tenías allí... Quizás sea la soledad a la hora de hacerte cargo del cuidado de tu hija, pese a que viniste para que pudiera estar también con su padre... Quizás... Quizás... Lo único claro es que la mochila que cargas pesa demasiado, y la impotencia al sentirte débil, frágil y con miedo a no poder seguir sosteniéndola te ha desbordado. Te angustia. Te sientes incapaz, presa de la situación.
Sigues hablando. Sigues contando, interrumpiéndote a ti misma en varias ocasiones para decirme: "Gracias por dejarme hablar"... "Gracias por dejarme hablar"... "Gracias por dejarme hablar"...
Al cabo de unos minutos terminamos, ahora sí, la consulta. Te propongo pedir cita con tu médico para poder ir abordando todo esto poco a poco si ves que te puede ayudar. Me dices que de acuerdo.
Me levanto para despedirte. En algunas consultas con mucha carga emocional me acerco al otro lado de la mesa para poder tender la mano, o ponerla en el hombro y tratar de transmitir ánimo. Tú te has dado la vuelta y estás a punto de abrir la puerta, pero en cuanto notas el contacto de mi mano en tu espalda te giras y me abrazas. Me abrazas poco a poco, cada vez más fuerte. Te abrazo. Nos sostenemos así en silencio durante algunos segundos. Lo necesitabas. Lo necesitábamos.
Volviendo a casa, no me puedo quitar de la cabeza esta escena. Y cuanto más lo pienso, más importante me parece lo que ha pasado. Porque has llegado rota, desbordada, impotente. Aún así, a ese bloqueo le has ido poniendo palabras. No las definitivas, sin llegar todavía a resolver nada, pero si pudiendo expresar, nombrar, reconocer algunas heridas y sufrimientos. Y, al final, más allá de las palabras, has podido pasar a la acción, rompiendo con la impotencia para reclamar un abrazo, para volver a sentir lo importante del sostén mutuo para seguir en camino o, al menos, para no desfallecer. Frente a la angustia, el calor de lo humano, que cuando no se nos regala hay que buscar como reconstruir.
Gracias. Ahora entiendo la urgencia. Estos abrazos siempre lo son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario