29 nov 2013

Frente a los mitos biologicistas

Siempre está la cuestión en torno a si las causas de las enfermedades, adicciones y demás problemas de salud tienen un origen orgánico, biológico, o hay otros elementos en juego. En cuanto a las respuestas que se dan a estos problemas no hay tanta discusión, o aunque la haya en la práctica cotidiana se tira de recetario y se apaña la cuestión. Esa es la impresión que tuve sobre todo cuando trabajé en un Centro de Atención para Drogodependientes, en el que por mucho que se abordara el problema también desde la dimensión psicológica o social al final teníamos a toda la gente consumiendo tranquilizantes hasta las trancas. Por eso descubrir el experimento realizado por Bruce Alexander tan bien recogido en el blog puntomatic, me genera indignación y al mismo tiempo esperanza por pensar que hay otras maneras posibles de enfrentarse al este problema. Eso sí, si estamos dispuest@s a cambiar de verdad las condiciones de vida (es decir, la sociedad) de todos y todas. Lean, lean...

La versión oficial sobre lo que ocurre con la adicción a las drogas (la que nos cuentan siempre en televisión, por ejemplo) es que las principales sustancias psicoactivas (cocaína, heroína y otros opiáceos) producen un rápido y potente enganche del que resulta muy difícil salir, cuando no imposible. Como prueba de ello, se esgrimen los numerosos experimentos realizados con animales, ratas y monos principalmente, en las últimas décadas. Si, como ocurre en estos experimentos, las ratas se autoinyectan cocaína hasta morir, si prefieren ésta a la comida, o incluso si aceptan sufrir descargas eléctricas en sus hipersensibles patitas con tal de drogarse, es la prueba de que el demonio de “la droga” tiene un poder irresistible.

Pero en 1981, Bruce K. Alexander, un psicólogo curtido en el tratamiento y cuidado de heroinómanos, realizó una serie de experimentos con los que desmontó algunos mitos sobre la adicción.
Cuando Alexander vio dónde y cómo se hacían los experimentos con animales, llegó a la conclusión de que, en realidad, tales experimentos no demostraban nada. Que un aterrorizado mono, atado durante días, se autoinyecte morfina con su mano libre, o que una rata, con un catéter clavado en su cerebro, sufriendo un aislamiento y estrés brutales, se meta coca hasta morir, parece bastante lógico. “Yo haría lo mismo si me encontrara en esa situación” pensó Alexander. ¿Pero que ocurriría si estos experimentos se realizaran en un entorno realmente cómodo para las ratas? ¿Se engancharían tan fácilmente si en lugar de sucias y estrechas jaulas vivieran en un paraíso para roedores? 
Para comprobarlo Alexander construyó este paraíso para roedores… y lo llamó parque de ratas.

Así describe Lauren Slater este pequeño edén para ratitas: “Alexander y sus compañeros de investigación, Robert Coambs y Patricia Hadaway, construyeron una colonia de viviendas de veinte metros cuadrados para sus ratas Wister de laboratorio. Caldearon el espacio convenientemente y lo regaron de deliciosas virutas de cedro y toda clase de pelotas de colores intensos, ruedas y latas. Puesto que iba a ser una colonia mixta, destinaron mucho espacio al apareamiento, rincones para el parto, lugares para que los dentudos machos deambularan a gusto y nidos cálidos para las hembras en época de cría”. En este edén pusieron 16 ratas, y a otras tantas en las clásicas jaulas de laboratorio, con poco espacio vital y aislamiento extremo y les dieron morfina disuelta en agua con sacarosa (para contrarrestar el sabor amargo de la morfina y seducir a las ratas, puesto que son muy golosas). La sacarosa fue aumentando poco a poco, es decir el agua era cada vez más dulce con lo que aumentaba el factor seducción. También les dieron agua normal del grifo. 
El resultado fue que las ratas del parque preferían el agua normal al agua con morfina por muy dulce que estuviera, mientras que a las ratas de las jaulas les encantó desde el principio el agua con morfina, aunque estaba muy amarga, y la bebieron 16 veces más. Las ratas del parque probaron algunas veces el agua con morfina (más las hembras que los machos) pero siempre volvían al agua corriente.

Así valoró Alexander el experimento:

“Creemos que estos resultados son social y estadísticamente significativos. Si las ratas, en un ambiente razonablemente normal, se resisten a las drogas opiáceas, la idea de la «afinidad natural» es errónea, una extrapolación no válida de los resultados obtenidos con animales aislados. Estos descubrimientos son compatibles con la nueva interpretación «paliativa» de la adicción humana a los narcóticos si tenemos en cuenta que las ratas son por naturaleza extremadamente gregarios, activos y curiosos. El confinamiento en solitario produce un trastorno psíquico extraordinario en el ser humano; es posible que resulte igualmente estresante en otras especies sociables y que, por lo tanto, fuerce formas extremas de conducta paliativa, como recurrir a anestésicos y tranquilizantes potentes, la morfina en este caso. También puede ser que las ratas se resistan a la morfina precisamente por sus potentes efectos. Como tal, interfiere en la habilidad de la rata (o de la persona) para jugar, comer, aparearse y emprender otras conductas que hacen la vida gratificante”.

Alexander hizo otros experimentos similares en las que ratas ya adictas dejaban de serlo cuando se les daba la oportunidad (y las trasladaban al parque), con lo que demostró que la adicción no era un trastorno irreversible. 
Sin embargo, cuando intentaron publicar los resultados en Science y en Nature fueron rechazados una y otra vez. Por fin, solo una revista de farmacología, Pharmacology, Biomestry and Behavior, muy poco conocida para el gran público, aunque respetada, accedió a publicar los descubrimientos de Alexander.

27 nov 2013

Emociones urbanas


Hoy he tenido la ocasión de descubrir el trabajo de José Antonio Corraliza, que desde hace tiempo viene investigando las dimensiones psicológicas y emocionales que se asocian a la vida urbana. Todo un campo que desde lo sanitario no sabemos cómo hincarle el diente, aún siendo conscientes de que se trata de algo fundamental en la salud de las gentes. Por eso merece la pena asomarse de alguna manera a su trabajo, dejándose llevar de la mano a navegar por la ciudad "emocional" y reflexionando después a partir de su decálogo para mejorar los espacios urbanos:



Decálogo para mejorar los espacios urbanos


1. Espacio saludable. El espacio público urbano ha de ser un entorno saludable, higiénico, con mecanismos permanentes de control y evitación de la contaminación de todo tipo (del aire, del suelo, acústica, etc.)

2. Adecuado nivel de mantenimiento. El espacio urbano ha de reflejar un adecuado nivel de mantenimiento, tanto del equipamiento, como de los elementos de ornato. Especial importancia tiene el mantenimiento de la vegetación y de otros elementos naturales presentes en él (como el agua, por ejemplo), así como un adecuado nivel de preservación frente a actos de degradación o vandalismo urbano.

3. Espacio seguro. El espacio público urbano ha de constituir un espacio seguro y de refugio para el ciudadano, frente al riesgo de convertirse en un espacio urbano residual (ghetto). Han de extremarse, pues, las medidas de control espontáneo del lugar (espacio defendible) y los rituales que promuevan la apropiación del espacio.

4. Equilibrio entre legibilidad y misterio. El espacio público urbano ha de ser legible interpretable; ello requiera que tenga una estructura claramente diferenciada y que contenga elementos de focalidad, así como información básica sobre los elementos que lo conforman.

5. Escala intermedida. El espacio urbano ha de reflejar equilibrio en su escala y tamaño, de forma que puedan integrarse una cierta diversidad de usos y usuarios sin que se vea afectado el nivel de control requerido por las personas.

6. Espacio mezcla de usos y usuarios. El espacio urbano ha de contener la cualidad de la diversidad en dos acepciones: la diversidad espacial, buscándose la consecución de un moderado nivel de contraste (entre lo construido y lo natural también), y la diversidad social, promoviendo la concentración de personas y actividades sociales variadas.

7. Espacio productivo. El espacio urbano ha de ser diseñado pensando en su productividad en tanto que tal espacio, es decir, el diseño y la planificación han de estar orientados a promover el uso y la “colonización” del espacio en su conjunto, así como de las distintas áreas que lo compongan. Un espacio urbano sin pobladores derivará en un ghetto urbano.

8. Oportunidad recreativa. El espacio urbano ha de contener elementos que supongan una oportunidad recreativa diversificada: elementos de paseo, estanciales y de entretenimiento deben ofrecer la oportunidad de recuperar el equilibrio psicológico amenazado por la sobrecarga estimular característica de la vida urbana.

9. Espacios atractivos (belleza). El espacio urbano debe proporcionar escenarios atractivos por su belleza. La satisfacción estética, conseguida mediante la combinación de contenidos variados, así como de formas, tonalidades, texturas diversas proporcionan un añadido de valor intangible al espacio urbano.

10. Evaluación y gestión de los espacios públicos. El espacio urbano debe ser objeto de un cuidadoso y detallista programa de seguimiento y gestión que ponga el acento no sólo en la preservación de las cualidades originales del diseño tal y como ha sido planificado, sino que incorpore elementos correctores del propio proyecto inicial, así como de otras alteraciones degradantes que puedan surgir como consecuencia de las actividades y usos de sus pobladores.

18 nov 2013

De la mano

En algún momento de cada día, y generalmente en varios de ellos, escucho a Sara, mi hija, decir "dame la mano", mientras extiende la suya en buscando de la mía, o la de su madre, o la da algun@ amig@ del cole mientras suben las escaleras, o en estos últimos días la de su hermana pequeña, sobre todo cuando esta llora y trata de tranquilizarla.

Un gesto sencillo y cotidiano que cada vez se ancla más fuertemente en mi conciencia como símbolo de salud. Quizás debamos centrarnos más en lo que podemos aprender de l@s pequeñ@s en este campo que de lo que podamos enseñarles.

"Dame la mano... Necesito ayuda"

"Dame la mano... Tengo miedo"

"Dame la mano... Quiero sentirte a mi lado"

"Dame la mano... Para ayudarnos mutuamente"

"Dame la mano... Para que juguemos juntas"

"Dame la mano... No estás sola"

"Dame la mano... Vamos juntas"