7 feb 2014

Registrando vidas simplonas

Un nuevo ejemplo de sabiduría reflexiva a cargo de J. Irigoyen, señalando los efectos perversos y simplificadores del lugar privilegiado que ocupan los ordenadores en las consultas:

"El ordenador adquiere una preponderancia casi insólita. La acción de registrar se sobrepone a todas las demás. La pantalla termina por desplazar al enfermo como fuente de información. La conversación, las narraciones del paciente y su cuerpo se subordinan ante la información registrada. Esta es el punto de referencia que constituye los sentidos de la consulta. Así, cada episodio contribuye a conformar una serie, que se transforma en la fuente principal de la valoración. Eso es lo que queda para el siguiente encuentro, es lo sólido.

En el caso de los enfermos diabéticos, la vida cotidiana permanece en estado de hibernación, aunque en esta se sucedan acontecimientos y mutaciones que alteran la primera versión, que remite a la elaboración de la historia y acompañan al diagnóstico inicial. Sólo cuando se producen crisis importantes, la vida puede ser apelada parcialmente. Pero lo que se registra, que es el resultado de las pruebas, es lo dominante y lo que es objeto de problematización. Así se construye una barrera entre el profesional y el paciente, inevitablemente escéptico.

De este modo el médico va constituyendo una mirada descentrada sobre el proceso del paciente. La vida de este conforma una cadena de microacontecimientos difícilmente verbalizables, que se transforman en señales inaudibles para los profesionales, focalizados en los datos registrados en la serie mecanizada. La vida permanece congelada en la primera versión, que nunca es reelaborada aún a pesar de que se hayan producido  terremotos en la vida.

El paciente es así desposeído de su espesor,  y su vida es relegada de facto por este misterioso sistema industrial de producción de datos, en el que lo registrado viaja a velocidad de vértigo por los canales informáticos,  en tanto que el cuerpo, la vida,  el nivel de comunicación con el médico, así como la definición del mismo acerca de la realidad del paciente, evolucionan lentamente.  Este desencuentro produce resultados empobrecedores. Me gusta denominarlo como “las iatrogenias del registro”. En las próximas entradas volveré a esta delicada cuestión de los efectos perversos de la aceleración."