28 ago 2010

Recoger y enmarcar

Escribía Canguilhem en su texto "La salud, concepto vulgar y cuestión filosófica" que el médico es aquel que acepta ser instruido por la persona que acude a él respecto a aquello que tan sólo esa persona en concreto puede ofrecerle, y que es la experiencia propia y subjetiva de su cuerpo, los síntomas que se hacen presentes aunque su sentido no se comprenda del todo. Es necesario para eso que de el paso de ser un médico para ser su médico, que salga de sus conocimientos teóricos y sus propias experiencias para abrir, en primer lugar, la puerta a la experiencia concreta y propia del que tiene enfrente. Porque, según este filósofo, antes que una respuesta, el que acude en busca del médico lo que pide es un marco de referencia que dé sentido a una experiencia que le supera.

Me acordaba de este texto tras haber pasado esta mañana por la consulta del pediatra y haber recibido los consejos habituales sobre "los cólicos hay que aguantarlos, no se puede hacer nada más". Me acordaba de la cantidad de veces que yo mismo he dado esa respuesta a tantos padres y madres que acudían a Urgencias durante mi rotación de pediatría. Y efectivamente, no habrá remedio, cura ni receta mágica. Pero quizás lo que se busque no sea tanto eso sino el soporte que se echa en falta frente a la angustia del llanto inconsolable. Al igual que hay que ofrecer consuelo a una bebé, también se echa en falta recibirlo desde otros lados.

Y sin embargo, la medicina actual frecuentemente se convierte en una máquina expendedora de recetas y normas, que llegan incluso al límite de poder escuchar frases como "no será tanto como me está contando""es imposible que esa medicina le haya provocado ese efecto""algo tiene que haber mejorado con esto que le he recetado"... Y tantas otras que transmiten claramente un mensaje anulador sobre la propia experiencia, cerrando el paso a poder expresar la propia necesidad sentida.

En demasiadas ocasiones he encontrado que la relación médico-paciente se construye con grandes dosis de desconfianza y escepticismo, de manera que no se toma muy en serio o incluso se descalifica la experiencia relatada por el que acude buscando asistencia sanitaria.

Quizás sea por la sensación del profesional de que "debe" dar respuesta y solución para los problemas planteados (se supone que para eso se le ha formado, ¿no?). O por la falta de disposición y preparación para escuchar en profundidad lo que cada persona que acude a la consulta lleva consigo, de manera que la relación se mueve muchas veces en un nivel superficial en el que el paciente cuenta lo que cree que el médico quiere oír y éste trata de ofrecer respuestas concretas y efectivas para estos problemas que no responden a la necesidad real de la persona.

Se produce así un diálogo de sordos por la incapacidad de recoger la demanda concreta y real que la persona trae consigo. No la que enuncia, sino la que realmente le ha movido a ir al encuentro del médico y que puede, efectivamente, ser difícil de expresar, al superar la capacidad de la propia persona para entender y elaborar lo que está viviendo. Precisamente por eso acude a buscar ayuda. Pero si no somos capaces de escuchar, acoger y asumir esa demanda como algo realmente importante, se llevará tan sólo una receta que responde a un protocolo elaborado para la población que tiene problemas similares al manifestado.

Y la experiencia personal, única, particular de cada persona quedará así colgada en el vacío, sin respuesta, si no sabemos recoger la demanda real que nos presenta al no encuadrarse fácilmente en las categorías patológicas dadas por la ciencia médica. Olvidamos así que no es la gripe, o los cólicos, o la neumonía lo que empujan a la persona a buscar ayuda médica. Es la angustia, la inseguridad, la incapacidad, la sensación de estar siendo superado por la experiencia concreta de "enfermedad".

No se trata de renunciar a la parte más científico-técnica, a los protocolos y a las evidencias. Pero si no incorporamos la experiencia personal de "enfermedad" como clave primera y principal del proceso asistencial, andaremos dando palos de ciego.

4 ago 2010

Fuera vacunas

El Ministerio de Sanidad decide retirar las vacunas de la gripe A no utilizadas, aunque no retira le exigencia de pago a las CCAA por las mismas, gasto que asciende a 28 millones de euros. Un buen negocio, si señor... Pero lo peor es la poca disposición a aprender de los propios errores: una de las soluciones que parece que se barajan es la doble vacunación. Si no quieres más, toma dos tazas.

2 ago 2010

Bio/tanato-política

Buceando en estudios sobre biopolítica, dentro del libro Biopolítica: Rastros y Rostros aparece un articulo muy interesante de Mendiola Gonzalo en el que merece la pena profundizar, La bio(tanato)política moderna y la producción de disponibilidad, en el que aborda la importancia de los espacios que nos van conformando a lo largo de nuestro desarrollo, marcándonos límites y expectativas, al mismo tiempo que complementa la visión clásica del origen de la biopolítica y su preocupación por hacer vivir a la población con la necesaria complementariedad de un regimen tanatopolítico (es decir, basado en la muerte) que permita la existencia del primero. Así, el que en el siglo XVIII surgieran los regímenes disciplinarios y centrados en el cuidado y mantenimiento de la vida se vio respaldado por los regímenes coloniales que, a costa de permitir y potenciar la muerte de muchos, creaba la riqueza suficiente para cuidar la vida de otros. Hoy en día estos espacios han cambiado y al mismo se mantienen, más inmbricados aún si cabe. ¿Cuántos espacios de dejar morir son necesarios para permitir que nos centremos en hacer vivir a algun@s de nosotr@s?