28 may 2018

Mismos valores, diferentes lógicas

Cuanto nos cuesta entender muchas veces a quienes parecen venir de otros mundos sociales distantes del nuestro. Tanto que a veces no terminamos de encontrar la lógica de sus acciones y elecciones, tapando nuestra incomprensión con razonamientos simples que terminan señalando a quienes nos desbordan con sus prácticas como incapaces de tomar buenas decisiones. Y en ese camino perdemos de vista las señales que nos dejan apuntando algunas cuestiones que es importante integrar y abordar.

Un ejemplo muy bien recogido en el informe final del proyecto "Equisanté" (realizado en Canadá siguiendo el enfoque del Cruce de Saberes y Prácticas), es el de la dificultad que hay para mantener la lactancia materna en situaciones de pobreza y precariedad. Algo que es común en todos los lugares que he tenido la oportunidad de conocer, y que genera gran cantidad de interrogantes entre profesionales sanitarios: "¿Cómo es posible que renuncien tan facilmente a la lactancia materna, en situaciones en las que además tienen pocos recursos y comprar leche artificial es un lujo que debería ser sólo el último recurso?". Parece además una especie de renuncia a vincularse con el/la bebé de manera fuerte, como si no se quisiera cargar con él o ella. Difícil de entender, difícil no juzgar...

Este fue uno de los temas que en este proceso de diálogo entre profesionales y personas con experiencia de pobreza surgió con fuerza. El diálogo permitió incorporar nuevos elementos. Así, una participante explicaba que el optar por la leche artificial es consecuencia en muchos casos del miedo a no ser capaz de aportar al bebé todos los nutrientes que necesita a través de la propia leche. Y esta idea no surge de la nada, sino de la experiencia real y cotidiana. En muchas ocasiones estas mujeres tienen dificultad para encontrar alimentación suficiente y variada que llevarse a la boca, y si no se alimentan bien, ¿cómo van a producir buena leche? Pero más allá de eso hay algo más profundo: la experiencia de años y años, de cientos de interacciones y encuentros (o desencuentros) en los que estas mujeres golpeadas por la pobreza han escuchado que no hacen lo correcto, que no son capaces, que no van a conseguir salir adelante. Esa dimensión histórica de la pobreza, incluso heredada de generación en generación, se nos escapa a quienes no la hemos vivido, nos resulta difícil de imaginar. Y frente a esta historia marcada día a día en la experiencia de estas mujeres, es difícil no sucumbir ante el mensaje claro y construido de manera sumamente atractiva de que la leche artificial tienen todo lo que una pequeña criatura puede necesitar.

Sin embargo, tras estas opciones tan diferentes por las que se apuesta desde el lado profesional o el de la vida precaria, hay más posibilidad de entendimiento de lo que se podría suponer en un principio. Los valores son los mismos: "Todas hablamos de ser una buena madre. Para el profesional, ser una buena madre es amamantar; para la mujer en pobreza, ser una buena madre es darle leche comprada. Al final estamos de acuerdo en los mismos valores: la importancia de ser una buena madre para los niños". Pero las lógicas y las elecciones que se derivan de estos valores comunes son diferentes, porque también lo son las experiencias en las que se anclan. Solo reconociendo esto como punto de partida podremos llegar a un punto de encuentro desde el cual construir una vía que recorrer en común, enriqueciendo mutuamente la mirada y el conocimiento.


22 may 2018

Conocer, unir y separar

Pocos libros hay tan sugerentes y necesarios para abordar el tema del conocimiento de una manera global y abierta como el de "Justicia entre Saberes", de Boaventura de Sousa Santos. Y pocas profesiones necesitan tanto asomarse a estos enfoques como las sanitarias, tan entrenadas para separar, clasificar e imponer su saber, tan sensibles a la ignorancia ajena y tan ciegos/as para la propia.

Acá van algunas ideas sobre el tema rescatadas del libro...


"Los poderes hegemónicos que rigen la sociedad de consumo y la sociedad de información han promovido teorías e imágenes que apelan a una totalidad -sea de la especie, del mundo y hasta del universo— que existe por encima de las divisiones entre las partes que la componen. Sabemos que se trata de teorías e imágenes manipuladoras que ignoran las diversas circunstancias y aspiraciones de los pueblos, clases, géneros, regiones, etc., así como las relaciones de desigualdad, explotación y victimización que han unido las partes que componen esa seudototalidad. Sin embargo, el grado de credibilidad de estas teorías e imágenes consiste en apelar, aunque de manera manipuladora, a una comunidad imaginada de la humanidad en su conjunto. El sufrimiento ocurre en todas partes; los individuos son los que sufren, no las sociedades.

A su vez, las fuerzas contrahegemónicas han contribuido a ampliar las arenas de entendimiento político; pero, en general, las coaliciones y las alianzas han sido poco eficaces para superar las teorías de la separación, aunque lo han sido más para superar las separaciones territoriales que para superar las separaciones que provocan las diferentes formas de discriminación y opresión. Las coaliciones transnacionales han sido más fáciles entre grupos feministas y entre ecologistas o indígenas que entre unos y otros grupos Esto se debe al desequilibrio entre las teorías de la separación y las de la unión. Estas últimas, entonces, deben reforzarse para que se vuelva visible lo que hay de común entre las diferentes formas de discriminación y de opresión: el sufrimiento humano.

El respeto la por la diferencia no puede impedir la comunicación y complicidad que hace posible la lucha contra la indiferencia. El momento de peligro por el que estamos atravesando exige que profundicemos en la comunicación y la complicidad. Debemos hacerlo, no en nombre de una communitas abstracta, sino movidos por la imagen desestabillzadora del sufrimiento multiforme causado por la iniciativa humana, tan avasallador como innecesario. Las teorías de la separación, en este momento de peligro, deben formularse sin perder de vista lo que nos une; y, viceversa, las teorías de la unión deben formularse tomando en cuenta lo que nos divide. Las fronteras divisoras deben construirse con numerosas entradas y salidas. Al mismo tiempo, es importante mantener en miente que lo que une sólo une a posteriori. No es la naturaleza humana, sino la iniciativa humana la que nos une.

(…)

La comunicación y la complicidad epistemológicas se asientan en la idea de que no existe solo una forma de conocimiento, sino varias, y que es preciso optar por la que favorece la creación de imágenes desestabilizadoras y una actitud de inconformismo frente a ellas. No hay conocimiento en general ni ignorancia en general. Cada forma de conocimiento conoce en relación con un cierto tipo de ignorancia y, viceversa, cada forma de ignorancia es ignorancia de un cierto tipo de conocimiento.

(…)

Creo que el paradigma de la modernidad contiene dos formas importantes de conocimiento: conocimiento-regulación y conocimiento-emancipación. Él conocimiento-regulación consiste en una trayectoria entre un punto de ignorancia, denominado caos, y un punto de conocimiento, denominado orden. El conocimiento-emancipación consiste en una trayectoria entre un punto de ignorancia, denominado colonialismo, y un punto de conocimiento, denominado solidaridad. Si bien estas dos formas de conocimiento están igualmente inscritas en el paradigma de la modernidad, el conocimiento-regulación, durante el último siglo, ha ganado primacía total sobre el conocimiento-emancipación. Con esto, el orden pasó a ser la forma hegemónica del conocimiento, y el caos, la forma hegemónica de la ignorancia. Dicha hegemonía del conocimiento-regulación le permitió recodificar el conocimiento-emancipación en sus propios términos. Así, lo que era saber en esta última forma de conocimiento, se transformó en ignorancia (la solidaridad se convirtió en caos) v lo que era ignorancia se transformó en saber (el colonialismo fue recodificado como orden).

(…)

La solidaridad como forma de conocimiento es el reconocimiento del otro como igual siempre que la diferencia le acarree inferioridad y, como diferente, siempre que la igualdad le ponga en riesgo la identidad."