11 oct 2015

Participación y Salud (II) - Por qué y para qué

Un nuevo paso en la revisión de la Petite Guide de la Participation en santé de proximité. Vamos a ir sentando las bases...

Cuando se plantea un proyecto de participación en salud, los objetivos de éste pueden ser diferentes: mejorar la eficacia del sistema sanitario, promover la participación y el compromiso ciudadano, transformar las relaciones y luchar contra las exclusiones sociales... Según cuál sea el punto de partida, las condiciones que se pondrán en juego serán diferentes. 

No podemos decir que ninguno de estos objetivos sea más legítimo que otro, ni mucho menos. Pero el horizonte marcado por cada uno de ellos impondrá unos pasos concretos que dar para poder ir en el sentido correcto. Por eso es tan importante el hacernos esta pregunta de partida, y aclararla entre los diferentes promotores del proyecto para asegurarnos que estamos en el mismo camino: ¿Qué queremos conseguir a través de la participación de diferentes actores y actrices sociales en un proyecto de salud?

Lo que sí que es irrenunciable, sea cual sea nuestro objetivo, es estar abierto al conocimiento que l@s demás participantes aportan a este proyecto. Si no estamos convencid@s de la necesidad de contar con otras personas y colectivos diferentes el nuestro, si no somos conscientes de la imposibilidad de responder nosotr@s sol@s a las preguntas que nos hacemos (¿para qué hacer participar a otros si ya sabemos las respuestas?), no tiene sentido embarcarse en una aventura de este tipo.

Esto, que parece de perogrullo, en realidad es algo en lo que muchas veces no se repara. Frecuentemente cuando nos planteamos la cuestión de la participación en realidad de lo que estamos hablando es de cómo conseguir que pacientes/usuari@s/ciudadanía estén presentes en actividades en las que l@s profesionales les educamos/instruimos/aleccionamos. Que no digo que no sean necesarios espacios como éstos, ni mucho menos. Pero no nos confundamos, eso no es un proyecto participativo, por muchas personas que logremos congregar.

Y es que la verdadera participación tiene otros efectos, más allá de la instrucción de un@s por parte de otr@s. Sirve para promover la comprensión mutua entre realidades y grupos diferentes, para abrirse a la complejidad desde un análisis compartido, para reequilibrar el juego de poderes... Entre otras muchas cosas. 

Pero tampoco podemos caer en la entronización de la participación como si fuera una especie de ídolo. Es un riesgo ahora que es un término tan de moda. Cualquier proyecto participativo parece que se justifica por si mismo. Pero en la realidad concreta vemos que esto no es así. La participación como tal, sin más, en el aire, no moviliza. Es necesario anclarse en la realidad concreta, en problemas o retos en torno a los cuales es posible reunir a diferentes personas y colectivos dispuest@s a hacerles frente. Este objetivo común en torno al cual movilizarse, es el que puede ayudar a superar los diferentes intereses de partida, a veces incluso contradictorios, que tienen los distintos actores y actrices en liza. Aparece así la segunda pregunta de partida que debemos responder: ¿Qué problema concreto queremos enfrentar de manera colectiva?

Hagámonos las preguntas clave a tiempo, antes de embarcarnos sin saber muy bien a dónde. ¿Por qué queremos contar con otros en este proyecto? ¿Qué queremos ganar? ¿En torno a qué necesidad concreta nos movilizamos?

Y luego, a navegar.... 


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Este artículo pertenece a la serie Participación y Salud:

 

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