27 may 2017

Ecos activos

Dejo la mochila a un lado tras abrir la puerta y, cuando pasan los momentos de reencuentro hogareño,  de nuevo vuelven a resonar los ecos del Congreso de Activos en Salud en Granada. Unos días intensos, ricos, llenos de encuentros, diálogos, preguntas, pero también certezas. Sí, por una vez mis bolsillos vienen más llenos de claridades que de brumas, sin saber muy bien porqué. Pero aprovechémoslo.

La mesa final del congreso lanzó algunas cuestiones que ayudaron a ir más allá de las experiencias concretas compartidas para revisar el desde donde y cómo nos situamos los profesionales, y más en concreto lxs sanitarixs, en nuestra relación con la comunidad. Rafa Cofiño fue bien claro: "como bacterias que somos, podemos contaminar otros campos si invadimos espacios sin estar formados para ello". Todo un llamamiento a hacer lo que sabemos hacer, incorporando ahí la clave de activos comunitarios, reconocer lo que no sabemos y, desde ahí, dejar espacio para que otrxs lideren dentro de la propia comunidad. Y es que muchas veces damos por supuesto que nuestra buena disposición es suficiente, y no es así ni mucho menos.

En este punto me pareció importante que Sergió Minué trajera a colación a Bauman y sus "Vidas desperdiciadas", poniendo sobre la mesa la cuestión de la gran parte de la humanidad que es tratada como sobrante, como desechos, desperdicios de quienes no sabemos cómo deshacernos. En la busqueda histórica de una sociedad más justa una de las grandes peleas ha sido la de la universalidad, la de la construcción de un mundo, de unas reglas comunes que nos incluyeran a todos. Ahí cristalizan los derechos humanos en toda su amplitud, que tan fácilmente nos saltamos cuando de estas vidas sobrantes se trata (cuando traspasan vallas fronterizas, cuando se buscan la vida de manera autónoma escapando de la dependencia, cuando evidencian un universo demasiado diferente al que asumimos como "normalizado"...). Actualmente hay una brecha enorme con estas realidades, y cada vez va a más y no tenemos mucha respuesta frente a ello. Por eso es fundamental visibilizarlas, escucharlas, plantar los pies en su barro cotidiano para construir ahí cimientos que afiancen nuestra voluntad de no dejar a nadie fuera.

Dialogar con esta realidad cara a cara nos pueda permitir también entender mejor quiénes somos y qué podemos aportar. Escapar de la inercia que nos lleva a plantear proyectos propios con los que queremos enganchar a otrxs para descubrir qué sueñan y luchan por hacer real a pie de calle y cuál es la aportación que se nos pide. Aunque eso supone una disponibilidad que hay que asumir y no siempre es fácil. No es fácil renunciar a ser el dueño/a de tu destino, a decidir por tí mismo/a, y menos en esta sociedad de llaneros solitarios totalmente autogestionados. Pero si hablamos de participación y comunidad, tenemos que tener claro que el proceso debe ser dialogado, y nos puede empujar a asumir no tanto cómo conseguimos la participación sino cómo podemos arrimar el hombro en las acciones en marcha por el pro-común.

Seguimos hablando de la importancia de los determinantes sociales en salud mientras estamos atrapadxs todavía en la casi exclusiva oferta de educación de conductas individuales saludables. Efectivamente frente a muchos determinantes estructurales nos sentimos impotentes e incapaces de cambiarlos. Pero si paramos la máquina de actividades programadas y nos ponemos a escuchar, seguro que aparecen personas y colectivos que consiguen resituarnos en cuanto al poder que tenemos para aportar cosas significativas, más del que nos creemos. Por ejemplo, si la vivienda es un determinante claro y tremendamente precarizado en el momento actual, ¿por qué no plantearnos qué  podemos aportar para apoyar la lucha de los colectivos que luchan porque se reconozca como derecho? Ya hay ejemplos claros en este campo de cómo investigar y evidenciar el impacto de la perdida de vivienda en salud puede ayudar a legitimar esta lucha y explicarla no solo desde el buenismo sino desde lo que es, una cuestión que pone en jaque nuestras vidas. ¿Para cuando abrimos estas líneas de investigación entrelazadas con las realidades de del barrio, desde abajo y en los márgenes? Porque esa es la primera clave de la co-producción de salud de la que se hablaba al final de la mañana: decidir conjuntamente con las comunidades cuáles son las preguntas que nos queremos hacer para enfocar las acciones a construir.

15 may 2017

Comunidad, ese misterio

Sigo recogiendo algunos retazos de ese libro a partir de ahora imprescindible para mí, "The careless society", de John Mcknight. Mira que es interesante todo él, pero el capítulo en el que explora qué es la comunidad me parece que debería ser de estudio obligatorio para todas aquellas personas comprometidas a pie de barrio (o pueblo). Acá van algunos retazos con traducción libre (aunque espero que fiel en su esencia):

" Cuando Tocqueville visitó Estados Unidos en 1831, encontró que los colonos europeos estaban creando una sociedad diferente de la que conocían en Europa (...) Observó tres características con las que estos grupso operaban: Primero, eran grupos de ciudadanos que decidieron que tenían el poder para decidir cuál era el problema. Segundo, decidieron que tenían el poder para decidir cómo enfrentar el problema. Tercero, frecuentemente decidían que debían convertirse en actores clave para poner en marcha la solución.

(...)

Una comunidad es más que un lugar. Comprende diversos grupos de personas que trabajan juntas cara a cara en la vida pública, no solo en privado.

(...)

Los tipos de asociaciones que expresan y crean comunidad toman diversas formas. Muchas de ellas son relativamente formales (...) Un segundo tipo de asociación no es tan formal, frecuentemente no tiene nombre, pero representa una reunión de ciudadanos que resuelven problemas, celebran juntos o disfrutan de su cohesión social (...) Una tercera forma de asociación desarrolla su actividad en restaurantes, peluquerías, bares, tiendas... (...) Estos tres tipos de asociaciones representan la comunidad de la que mucha de la gente "etiquetada" es excluida, y en la que necesitan ser incorporados para convertirse en ciudadanos activos de una sociedad democrática (...) La incorporación como ciudadanos para por establecer relaciones en las que sus capacidades pueden ser expresadas, en las que no sean definidos solamente por sus "deficiencias". 


Para esto es importante que haya "guías" que acompañen este proceso, personas con un ojo especial para ver los dones, el potencial, el interés, las habilidades, la sonrisa, la capacidad de aquellos de quienes se dice que están en "especial necesidad" (...) Estos guías están bien conectados en las interrelaciones de la vida comunitaria (...) Consiguen sus objetivos porque tienen la confianza de sus pares en la comunidad, no porque tengan autoridad institucional (...) No piden caridad o ayuda, sino que en vez de eso presentan de manera entusiasta el regalo de una persona excluida a la hospitalidad de una persona activa en la comunidad (...) Por último, un guía comunitario efectivo aprende que debe decir adiós a la persona a la que guía dentro de la vida comunitaria. Esto no es un paso natural. Pero es necesario para que la hospitalidad de la comunidad se manifieste de manera plena y la persona excluida pueda incorporarse plenamente como ciudadana. Es un guía, no un sirviente.

(...)

La crisis que hemos creado en las vidas de la gente excluida es que ya no están más asociados a sus compañeros ciudadanos. No podemos deshacer esta terrible exclusión mediante un intento mal pensado de crear independencia ilusoria. Tampoco creando una amistad con una persona que vive en exclusión.

Nuestro objetivo debe estar claro. Estamos buscando nada menos que una vida rodeada de la riqueza y de la diversidad de la comunidad. Una vida colectiva. Una vida común. Una vida del día a día. Una vida poderosa que consigue su alegría de la creatividad y la conexión que aparece cuando nos unimos en asociación para crear un mundo inclusivo"