5 ago 2011

¿A quién hay que educar?

Interesante diálogo el que se ha generado a partir de la entrada sobre si hay que "multar" a los pacientes que no acudan a las consultas en el blog Salud con cosas: "no se puede permitir que el ciudadano, ante la gratuidad del sistema, no tenga en cuenta lo que implica la no asistencia a la consulta". La respuesta masiva al tema refleja que es un asunto candente, pero que se suele mirar frecuentemente desde el mismo ángulo: la necesidad de educar, enseñar y hacer entender a los ciudadanos. Por eso es interesante la vuelta de tuerca que le da Bonis a este planteamiento: "Yo me centraría en la mejora de los sistemas de trabajo y en "educar al sistema sanitario" sobre lo que necesitan los pacientes (y no al revés)". Porque un problema puede ser el abuso del sistema por parte de algun@s (poc@s) ciudadanos. Pero un problema aun mayor es el de la accesibilidad real a la atención sanitaria, bastante más limitada de lo que se piensa desde dentro de los dispositivos sanitarios.

Y es que es mucho lo que podemos aprender si miramos como discurre la vida fuera de nuestras consultas...

4 ago 2011

Desde arriba

Cámbiese del texto siguiente (extraído de Micropolítica. Cartografías del deseo, de Guattari) el término analista por el de otro profesional sanitario y amplíese el campo de acción desde las instituciones para menores a nuestro territorio cercano. ¿Siguen interrogándonos algunas de las cuestiones acá planteadas? Esperemos que sí, si no mal vamos en cuanto a nuestro contacto con la realidad...

"Actualmente, en los establecimientos para niños en Francia, encontramos con frecuencia esa pareja paradójica conformada por un educador y un analista. El educador, que pasa el día batallando con los niños, que trabaja, juega, discute, se compromete de los pies a la cabeza, permanece no obstante completamente inhibido por el hecho de estar bajo la tutela imaginaria de un psicoanalista —que, a su vez, permanece herméticamente encerrado en su consultorio. Este último ve a los niños, como mucho, media hora a la semana y sin embargo se adjudica el derecho de intervenir en el grupo de educadores diciendo cosas del tipo: «Atención, está obstaculizando la transferencia, es mejor que no se meta a dar opiniones en esas problemáticas subjetivas». Es tan eficaz que a veces no precisa abrir la boca, ya que los educadores, las familias y todas las personas implicadas en esa realidad social están totalmente inhibidas ante la angustia y el terror que la simple presencia del psicoanalista les provoca, a causa de su presunto saber. Apartir de ese lugar mítico encarnado por el psicoanalista, se instaura toda una jerarquía de saber y de poder, una especie de pirámide de modelización. Y es obvio que no preciso insistir en revelar que se trata de la misma pirámide que existe bajo otras formas en el conjunto del campo social.

Lo importante no es que los psicoanalistas hagan una ruptura con su concepción de práctica. Se trata más bien de romper con la imagen de neutralidad en su concepción de la relación con el otro porque, en realidad, el otro es alguien que les trae algo que pertenece a una cierta problemática contextualizada."