31 ene 2022

Hacer en común (Levantando la mirada VI)

Hacer juntas puede significar muchas cosas. Puede ser que hablemos de actuar al mismo tiempo, o de estar cerca mientras resolvemos tareas varias, o de reunirnos alrededor de una misma acción decidida y definida por una o por todas las personas participantes. Y es que a esto de "hacer juntas" le pasa como al término "participación", que se ha usado y abusado tanto de él que puede significar cosas muy diferentes y es necesario aclarar bien de qué estamos hablando cuando lo utilizamos. 

Esto pasa mucho en el campo de la salud comunitaria. Son muchas las actividades que realizamos bajo este titular, de muy distinto tipo, pero no son todas iguales. Prácticamente todas tienen en común el llamamiento a la participación de vecinas y vecinos, pero se concreta de diferentes maneras: mientras algunas invitan a situarse como alumnado al que se va a instruir en el cuidado de su salud, otras proporcionan herramientas que buscan recoger y visibilizar opiniones, experiencias y saberes "legos". En este sentido, debemos profundizar sobre el papel que jugamos quienes somos profesionales (sanitarios, educativos, de intervención social, etc.) y las relaciones de poder ejercidas desde el rol que jugamos. Hemos podido aprender mucho sobre esto desde que comenzó la pandemia en 2020, especialmente en los primeros meses, debido al repliegue institucional que se acompañó de un despliegue vecinal para hacer frente a situaciones de gran precariedad en muchos territorios. Es importante aprender de esta capacidad de acción ciudadana en un momento en el que la acción comunitaria profesional se veía tan limitada por el contexto de confinamiento y desborde, y su análisis nos puede ayudar a repensar el rol profesional en estos procesos, como se hizo en los primeros meses de pandemia dentro del Observatorio de Salud Comunitaria y COVID-19

Revisar estas cuestiones nos puede ayudar a entender las condiciones para hacer en común o, utilizando un término que considero más clarificador, para co-producir. ¿Qué es la co-producción? Una colaboración horizontal entre diferentes personas/grupos (académicas/legas, profesionales/vecinas, etc.) que desafía las jerarquías de producción de conocimiento existentes, garantiza asociaciones más igualitarias y la toma de decisiones compartida, hace hincapié en la reciprocidad, promueve el fortalecimiento de la capacidad mutua, garantiza una mayor reflexividad y permite formas flexibles de interactuar y trabajar a lo largo del proceso de investigación o acción. 

Casi nada, ¿verdad? Pero bueno, más que algo a cumplir a rajatabla, esta definición señala una búsqueda, identificando algunos principios-clave en relación a la co-producción y señalando la cuestión más específica de este enfoque: la voluntad de abordar las jerarquías desiguales de poder en cada uno de las etapas del proceso. Es decir, no solo busca el objetivo final de incrementar la equidad, sino que trata de establecer condiciones que la favorezcan a lo largo de todo el trabajo conjunto. 

    Adaptado de https://odihpn.org/blog/co-production-an-opportunity-to-rethink-research-partnerships/

    Un proceso como este solo puede darse si partimos de la base (y generamos las oportunidades para confirmarlo a lo largo del proceso) de que todas y todos tenemos algo esencial que aportar y que aprender en una dinámica de este tipo. Establecer las condiciones que permitan a las diferentes partes asumir un rol protagonista y responsabilizarse de enriquecer el proceso desde su experiencia y saberes acumulados puede promover un empoderamiento mutuo, en la que cada parte ayuda a la otra a aprender y mejorar en algún aspecto. En este sentido, hay que entender "empoderamiento" de manera amplia, como refuerzo de las capacidades para actuar gracias al reconocimiento de estas y la posibilidad de trabajar junto con otros para enfocarlas de la manera más adaptada enriquecer así el proceso común.

    En una dinámica de este tipo es fundamental dar tiempo para que se puedan ir generando las condiciones que permitirán el trabajo de co-producción. En muchas ocasiones nos puede la prisa y enseguida juntamos a todo el mundo, sin respetar los pasos y fases que cada participante y cada grupo deben dar para poder aportar de manera autónoma y libre. Sobre todo hay dos momento esenciales que es importante que vivan todas las personas participantes (también las profesionales o académicas, no solo las vecinas): 1) la toma de conciencia de la carencia, de la dificultad que se tiene personalmente para enfrentar una realidad / cuestión / situación, y de la necesidad de otras visiones / experiencias / saberes para poder hacerlo; 2) el encuentro con otras personas a las que se reconoce como pares o miembros del mismo colectivo, de manera que dentro de este grupo se pueda ir construyendo una visión y análisis compartido sobre la cuestión.

    Este doble movimiento de reconocimiento de la limitación individual y de construcción de una voz colectiva en grupos de pares es fundamental para poder ir más allá de los personalismos, enfrentar las desigualdades de poder existentes entre las diferentes realidades presentes y profundizar en un trabajo colectivo que dé frutos, que co-produzca en función de lo que se acuerde como útil para los diferentes perfiles participantes. Un buen ejemplo para entender mejor esta dinámica es el Cruce de Saberes y Prácticas desarrollado por ATD Cuarto Mundo para incorporar a personas con experiencia de pobreza como agentes co-investigadores y co-formadores junto a profesionales y académicos. 
    Todo esto, en lo que a priori podemos estar de acuerdo, supone renunciar a ciertas seguridades de las que quizás no somos muy conscientes. Si nos volvemos a situar en el lugar de profesionales sanitarios que quieren promover la salud comunitaria, implica ser capaces de ir dejando el timón con el que marcamos (frecuentemente empujados a ello por los protocolos y carteras de servicios que nos vienen dados) el "hacia donde" queremos dirigir la acción comunitaria, abriéndonos a crear nuevos mapas que nos permitan movernos hacia un horizonte en construcción junto con el resto de agentes comunitarios del territorio en el que nos movemos.

    Los tiempos de crisis permiten identificar las cuestiones centrales del momento, de la época. En este sentido, la pandemia nos ha señalado de manera clara la gran cantidad de cuestiones no resueltas en el ámbito de los derechos y de los cuidados, así como la íntima relación que hay entre ellos. El cumplimiento/incumplimiento de derechos básicos como la atención sanitaria, la educación, la vivienda, los ingresos, tiene un gran impacto en salud. Y lo mismo ocurre con la dimensión de los cuidados, tanto de personas mayores como menores, así como en el ámbito del autocuidado individual y comunitario frente a situaciones de grave stress, como nos muestra el deterioro a nivel de salud mental en los últimos años. 

    ¿Cómo apoyar entonces las dinámicas de acción comunitaria? Es fundamental aterrizar la mirada y las manos en los procesos que se van generando. El horizonte es solo eso, un indicador de hacia donde queremos movernos, pero es en el camino donde se van potenciando vínculos y generando capacidades de acción colectiva y transformación, que es finalmente el sentido de estos procesos. Permitámonos el tiempo suficiente, vivámoslo con suficiente flexibilidad, toleremos la incertidumbre. Las urgencias, que aparecerán, habrá que enfrentarlas, pero no nos dejemos atrapar por ellas. Hagamos camino. Hagámonos en camino. Al andar. 

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