Algunas de las reflexiones más lúcidas que he leído últimamente sobre salud y enfermedad han sido escritas por Juan Irigoyen en su blog "Transitos Instrusos", dentro de la ya indispensable serie de Derivas diabéticas. Es interesante ver el debate que se ha generado a partir de un escrito suyo, a partir del cual le invitan a revisar la siguiente ponencia de Víctor Montori y su medicina mínimamente impertinente.
Esto ha dado pie a una clarificación de la postura de Irigoyen, que permite señalar también algunos de los límites del modelo anterior de manera basante aguda, como se refleja en el siguiente párrafo:
"Cuando Montori afirma que el paciente tiene que comprender, hacer el
trabajo y evaluar, se refiere a su concepto de gestión de la enfermedad,
que es muy novedoso y avanzado respecto a la institución médica, pero
todavía lejano del dilema de las vidas. No se trata de que el paciente
aprenda información profesional, sino de que pueda conducir y pilotar su
azarosa vida, en la que debe ser capaz de obtener las gratificaciones
posibles, única forma de compensar la dureza de sus renuncias. Cuando
afirma que el objetivo es "vivir plenamente su rol", mi interpretación
va más allá del rol, para establecerse en la totalidad de la vida. Esta
no es sólo una diferencia semántica. Porque la potencialidad de la
propuesta de Montori, descubriendo a los pacientes y a las desigualdades
entre los mismos, se detiene al llegar a las vidas, tan complejas y
opacas, pues carece de un sistema conceptual para ayudarlos en las
sucesivas encrucijadas por las que tienen que transitar."
Y termina remachando así en otra entrada posterior:
"No puedes delegar tu vida en un profesional. El riesgo de mi propuesta
es que si se define la cuestión diabética en términos de competencia
para gobernar tu vida, podemos constituirnos como un segmento
sustancioso para otros mercados profesionales. La expansiva psicología y
la pedagogía, que se encuentra a la espera de su oportunidad, son los
candidatos más firmes. No. La desmedicalización de los diabéticos, que
no es prescindir de los médicos, sino reapropiarnos del control de
nuestras vidas, poniéndolos así en su sitio, forma parte de un proceso
más general de desprofesionalización. "
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