Reflexión interesante y necesaria la de Julian Tudor sobre Generalistas y Especialistas, en estos tiempos de tanto hospitalo- y especiali-centrismo. Porque es desde el contacto con la realidad vital de cada persona desde donde se puede promover de verdad la salud y prevenir la enfermedad.
"Los enormes avances que han hecho los especialistas tanto en la medicina curativa como en la de salud pública no pueden aplicarse de forma eficaz y eficiente sin un desarrollo similar de los generalistas en la atención primaria, que han de tener dos tareas principales: poner juntos los sorprendentes productos del análisis en una síntesis clínica adecuada a los requerimientos, habitualmente singulares, de la gente de carne y hueso que vive vidas independientes y aplicar las medidas generales contempladas por la Salud Pública, a partir de las conclusiones obtenidas en poblaciones grandes anónimas, a pequeñas poblaciones locales con sus nombres, sus historias personales y sus historias comunitarias.
Estos generalistas van a tener que cargar con enormes responsabilidades. No podemos pretender que a una enferma entre sesenta y setenta años de edad, con
diabetes, hipertensión, adicción a la nicotina, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, un marido que se deprime periódicamente, un nieto con síndrome de Down y otro que se escapa de la escuela y tiene problemas con la policía, se la pueda ayudar simplemente juntando siete guías clínicas y siguiéndolas todas durante todo el tiempo que pueda tolerar una interferencia tan arrogante e ignorante. Los problemas de este tipo, que representan la mayor parte del trabajo en atención primaria (y van a representar la mayor parte del trabajo hospitalario si fracasa la atención primaria), tienen que depender de criterios clínicos y sociales.
(...)
La profesionalidad de los médicos (y de todas las otras profesiones sanitarias que han tratado de seguir el modelo de los mismos), junto con el consumismo de los enfermos se han orientado casi siempre hacia las opciones, acciones y soluciones personales y no hacia las colectivas, porque no parecía posible ninguna otra alternativa. ¿Fue inevitable que, al dejar de tener que trabajar los hombres y las mujeres como burros de carga, tuvieran que pasar sus vidas de pie junto a las máquinas, sentados frente a las pantallas de los ordenadores o en los asientos de los coches? Las máquinas que ahorraban trabajo tendrían que haber proporcionado tiempo libre para vivir. La vida sana implica que se use todo el cuerpo y toda la mente de cada uno al máximo, pero nunca se ha tratado de que se cumpla este objetivo, ni por parte de los empresarios ni de los gobiernos. En la práctica, el provecho no se ha derivado de aumentar la posibilidad de vivir, sino de concentrar la vida en unas tareas cada vez más limitadas.
(...)
Si de nuevo se pudiesen separar la cultura comercial y la científica y se pudiese establecer de nuevo el servicio público como una fuerza independiente, las funciones integradora y de síntesis de los generalistas se desarrollaría de forma más poderosa que nunca anteriormente. Esto no sucederá a menos que los profesionales sanitarios acepten unas responsabilidades políticas y sociales mucho más amplias, como ciudadanos dirigentes en las comunidades a las que prestan servicio."
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