Uno de los libros más interesantes que he leído ultimamente, La policía de las familias, de Donzelot,
invita a hacer un recorrido que parte de la institución familiar en el
Antiguo Régimen y se abre hacia las luchas que en torno a ella se han
producido en las distintas clases sociales (promoción y autonomía entre
las clases acomodadas, normalización y control entre las pobres),
abriendo y configurando de esta manera el campo de "lo social" a lo
largo de los últimos tres siglos.
Por sus páginas
desfilan filántrop@s, médic@s, curas, trabajador@s sociales, gente de
los psi (psiquiatras y psicólog@s), se retratan las luchas entre los
"familiaristas" y los "socialistas", se evidencian las contradicciones
existentes en los discursos de unos y otros, lo que precisamente termina
permitiendo avanzar en vías comunes...
Una lucha de poder que, como siempre, castiga a sus víctimas. Ya que estamos, vamos a reventar el final del libro. Ahí va:
"Durante
la Pascua de 1976, un oscuro preso de una cárcel de provincia murió
como consecuencia de una extensa huelga de hambre que llevaba a cabo
porque, en su expediente judicial, sólo se consignaban sus fallas, sus
infracciones a la norma, su infancia desdichada, su inestiabilidad
conyugal, y no sus intentos , sus búsquedas, el encadenamiento aleatorio
de su vida. Al parecer, esa fue la primera vez que una huelga de hambre
terminaba con un preso muerto en la cárcel, la primera vez también que
alguien la emprendía por un motivo tan extraño."
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