"El primer trazo a definir en el modelo médico, quizás el más
importante, es su carácter de discurso competente. Propietario del monopolio
del saber en su área, el veredicto médico es considerado como verdad que se
legitima por el hecho de haber sido por él proferida, que sólo puede ser puesta en jaque por otro médico.
Claro que hay los más y los menos competentes y, por lo tanto, más o dignos
de la credibilidad intrínseca a su puesto. Independiente de esos matices, en la
relación con el cliente se instituye una jerarquía, inicialmente fundamentada
en la sapiencia, pero fortalecida en la práctica del poder. El molde se
arraigó de tal modo en la cultura que el mismo cliente señala, con sus
expectativas y con sus ofrendas de sumisión, la complementariedad capaz de
hacer viable una relación a construirse según ese modelo.
De ahí hasta la dependencia es poco andar: como el cliente es la parte
que, por definición, menos sabe, su salvación está condicionada al acatamiento
de la autoridad y a la obediencia de las determinaciones de la otra parte, que
no sólo conoce sino que también se responsabiliza por los resultados de la
práctica en cuestión.
(…)
Aún cuando se amplía esa acción en la dirección de las prácticas preventivas
comunitarias, así como del estudio y de las intervenciones sanitarias más
amplias, el modelo no deja de considerar los pacientes como individuos, aunque
transformados en inertes categorías estadísticas. La salud sólo se torna
mercancía, objeto de lucrativas transacciones comerciales, porque no hay - para
los mercaderes - familias ni comunidades, enfermas pero vivas, sino individuos
descompensados cuyo síntoma debe ser cancelado."
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