8 dic 2010

¿En qué curamos?

Georges Cangilhem es un filósofo francés que ha profundizado en historia de la ciencia y ha aportado un revisión muy interesante sobre la medicina (de la que ha sido estudiante también) y la relación médico enfermo. El problema es que muchos de sus escritos están dispersos, por lo que no es fácil acceder a ell@s. Por eso es interesante revisar la recopilación de artículos recogidos en Escritos sobre la medicina, entre los que figura uno de los más conocidos, La salud, concepto vulgar y cuestión filosófica, y otro que me parece especialmente interesante: ¿Es posible una pedagogía de la curación?


En este artículo revisa los diferentes enfoques de médico y enfermo alrededor de la curación, si esta juega un papel central en la relación y qué es lo que se puede elaborar alrededor de este concepto del que tanto se habla pero al mismo tiempo tan esquivo. Porque es difícil definir qué es curación, de ahí el desencuentro posible entre profesional y demandante. Sin embargo, si se transciende el término y se enfoca sobre la dinámica de encierro y empequeñecimiento que conlleva la enfermedad frente a la posibilidad de abrir pequeños espacios de libertad y autonomia, el terreno se despeja, creo yo, junto con la posibilidad de construir un camino junt@s en este sentido.

Ahí van algunos fragmentos:


Considerada como un acontecimiento en la relación entre el enfermo y el médico, la curación es, a primera vista, lo que el primero espera del segundo, pero no lo que obtiene siempre de él. Existe una discordancia entre la esperanza del primero, fundada sobre la presunción de poder, fruto del saber, que atribuye al otro, y la conciencia de los límites que el segundo debe reconocer a su eficacia. (...) De todos los objetos específicos del pensamiento médico, la curación es el que menos ha ocupado los médicos. Pero esto también sucede porque perciben en la curación un elemento de subjetividad, la evaluación del beneficiario, mientras que, desde su punto de vista objetivo, la curación es vista por ellos en el eje de un tratamiento validado por el recuento estadístico de sus resultados.

(…)

Para el enfermo, la curación es lo que la medicina le debe, mientras que, todavía hoy, y para la mayoría de los médicos, lo que la medicina debe al enfermo es el tratamiento mejor estudiado, experimentado y ensayado hasta el presente. De ahí la diferencia entre el médico y el curandero.

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En la óptica del psicoanálisis la curación pasaba a ser signo de la capacidad, reconquistada por el paciente, de poner fin él mismo a sus dificultades.

(…)

Si el incremento de la duración de la vida viene a confirmar la fragilidad del organismo y su deterioro irreversible, si la historia de la medicina tiene por consecuencia abrir la historia de los hombres a nuevas enfermedades, ¿qué es la curación? ¿Un mito?

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Desde el punto de vista de la práctica médica, fortalecida en su cientificidad y en su tecnología, muchos enfermos se contentan con menos de lo que se estima debérseles, y otros se niegan a reconocer que se ha hecho por ellos todo a cuanto tenían derecho. Pues salud y curación pertenecen a un género de discurso distinto de aquel cuyo vocabulario y sintaxis se aprenden en los tratados de medicina y en las conferencias sobre clínica.

(...)

No se puede concebir la relación del médico con el enfermo al modo de la que habría entre un técnico competente y un mecanismo averiado. Y sin embargo, la formación de los médicos en la universidad los prepara muy mal para admitir que la curación no depende de intervenciones de carácter exclusivamente físico o fisiológico. No hay para los médicos peor ilusión de subjetividad profesional que su confianza en el fundamento estrictamente objetivo de sus consejos y acciones terapéuticos, o que el desprecio o el olvido autojustificativo de la relación activa, positiva o negativa, que se establece necesariamente con el enfermo. (...) Pareciera urgente interrogarse sobre el lugar que la atención concedida por un médico singular a un enfermo singular pretendería tener aún en un espacio médico ocupado cada vez más, a escala de los llamados países desarrollados, por los equipamientos y reglamentos sanitarios y por la multiplicación programada de las "máquinas de curar".

(...)

Las enfermedades del hombre no son sólo limitaciones de su poder físico, es un drama de su historia. La vida humana es una existencia, un ser-ahí para un devenir no preordenado, obsesionado por su fin. Así pues, el hombre está abierta la enfermedad no por una condena o por un destino, sino por su simple presencia en el mundo. Desde este aspecto, la salud no es en absoluto una exigencia de orden económico que deba hacerse valer en el marco de una legislación, es la unidad espontánea de las condiciones de ejercicio de la vida. Este ejercicio (...) encierra el riesgo de fracaso, riesgo del que ningún status de vida socialmente normalizado puede preservar al individuo. El seguro de enfermedad inventado e institucionalizado por las sociales industriales  encuentra su justificación en el proyecto de suministrar al hombre, ante la certeza de que los eventuales déficits económicos serán compensados, confianza y audacia para aceptar tareas que suponen siempre, en algún grado, un riesgo para la vida.  Conviene, pues, trabajar hoy para curar a los hombres del miedo de tener que esforzarse eventualmente por curarse, sin garantía de éxito, de enfermedades cuyo riesgo es inherente al goce de la salud.

(…)

Un organismo sano se concilia con el mundo circundante a fin de poder realizar todas sus capacidades. El estado patológico es la reducción de la amplitud  inicial de intervención en el medio. (... ) Si se entiende por curación el conjunto de procesos por los que el organismo tiende a superar la limitación de capacidades a que obligaría la enfermedad, preciso es admitir que curar es pagar en esfuerzos el precio de un retraso en la degradación. "A menudo el paciente se encuentra ante una alternativa determinada por las modificaciones causadas por la enfermedad; puede elegir entre un achicamiento del medio cuya consecuencia será una pérdida de libertad, o un achicamiento menor que significará, en cambio, un sufrimiento más grande. Si el enfermo es capaz de soportar un sufrimiento más grande, sus posibilidades de acción aumentan; el sufrimiento disminuiría gracias a la terapéutica médica, el junto con ello disminuirían sus posibilidades de acción".

 (...)

Aprender a curar es aprender a conocer la contradicción entre la esperanza  del día  y el fracaso final. Sin decirle "no" a la esperanza del día. ¿Inteligencia o simplicidad?

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