3 oct 2010

Desigualdades y (Pro)vocación... La ignorancia

Continuando con el tema de las desigualdades en salud, un tema fundamental alrededor del cual se organizan muchos de los problemas y desencuentros con personas que viven en situación de exclusión social es el de las relaciones de poder.

Si ya de por si la relación médico-paciente se construye en torno a varios desequilibrios en este sentido (el enfermo y el sanador, el que ignora y el que posee el conocimiento, el que obedece y el que receta, y así se podría hacer una larga lista) que algun@s profesionales con buen tino consiguen revertir al menos en parte, la balanza del poder cae drásticamente de un lado cuando el que acude a la consulta es una persona sin estudios formales, en situación de dificultad social o proviene de otra cultura "no tan avanzada" como la del que le atiende.

En estos casos se refuerza el papel "educador" del sanitario. Parece evidente que frente a la ignorancia o el desastre vital del que se es testigo surge la necesidad de ofrecer instrucciones, normas a seguir, consejos sobre cómo se tienen que hacer las cosas. Es tan clara la incapacidad del otro para hacerse cargo de su situación que parece que tan sólo interviniendo desde fuera es posible encontrar una salida.

Sin embargo, este tipo de actuaciones suelen fracasar una y otra vez, lo que se termina achacando a la incapacidad de la persona para salir adelante.

La ignorancia e incapacidad del otro es evidente, casi su culpa en lo que está viviendo, podría decirse. Cuesta más caer en la cuenta de la ignorancia propia, del desconocimiento que se tiene sobre lo que esta persona en situación tan vulnerable vive y siente, su proceso previo, sus capacidades, sus aspiraciones.

A una mujer que vivía en pleno conflicto social y familiar, su médico de cabecera le dio un recetario de comidas para controlar el azúcar. Ella comentaba "¿Cómo voy a hacer yo esto si comemos cada día con lo que mi marido encuentra rebuscando en la basura?".


La distancia entre lo que vive el sanitario y lo que viven las personas en situación de pobreza y/o migración y/o exclusión es tal que la comprensión mutua no puede surgir espontáneamente. Menos aún partiendo de recetas o indicaciones prefabricadas para "gente normal".

En estas situaciones, nuestras ganas de solucionar y dar indicaciones no hacen más que estorbarnos para el paso previo y fundamental: acoger y escuchar, con los oídos, con los ojos, con el tiempo de acompañamiento... todo eso que nos permitirá empezar a descubrir la palabra y la acción de los verdader@s expertos en su propia realidad: l@s que la viven en primera persona.

Y a partir de ahí podemos empezar a conversar...

Todo lo demás no deja de ser una demostración de poder y saber en el vacío.

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