Impacto de la pobreza energética en la salud
Por Javier Segura del Pozo Médico salubrista
Ha llegado el frío y se acerca otro
invierno, en que los hogares donde la crisis ha dado una mayor
dentellada, van a tener que volver a pensárselo dos veces antes de
encender la calefacción. La pobreza energética (neologismo para muchos y muchas) forma parte de la vida de los invisibles de la crisis,
aunque afortunadamente es cada vez menos invisible ¿Cuál es el impacto
de la llamada pobreza energética sobre la salud? ¿Cuál es el coste en
términos de gasto sanitario y farmacéutico? ¿Y sobre el rendimiento
escolar y la igualdad de oportunidades de estudio y trabajo? ¿Cuáles son
las intervenciones públicas más eficientes para proteger la salud? ¿Qué
podemos hacer además de preocuparnos?
Introducción y Resumen
Residir en un hogar que no alcanza el
nivel térmico recomendado por la OMS (18ºC en el dormitorio y 21º en el
cuarto de estar) tiene importantes efectos directos e indirectos sobre
la salud. Los efectos directos son un incremento del
riesgo de morir y de enfermar, especialmente por enfermedades
respiratorias (constipados, neumonía, asma), circulatorias
(hipertensión, infarto miocardio, ictus, etc.), articulares (artritis y
artrosis) y problema de salud mental (ansiedad y depresión).
Los efectos indirectos
son las complicaciones de enfermedades preexistentes (como la diabetes,
ulceras, osteoartritis, problemas de rodilla o cadera, Parkinson,
demencia, etc.), el retraso en la recuperación de las personas que han
sido intervenidos quirúrgicamente, el dilema entre calefacción o alimentación (“heat or eat”),
el incremento de accidentes domésticos, el empeoramiento del
rendimiento escolar (aumento del absentismo escolar), la sensación de
inseguridad e infelicidad, y el aislamiento social. Es notable el gasto sanitario y farmacéutico asociado a la pobreza energética.
Vivienda en el barrio de Tetuán, Madrid. / Foto: DAVID FERNÁNDEZ (https://www.diagonalperiodico.net/global/24348-espana-cuarto-pais-la-ue-pobreza-energetica.html)
Vivir en una casa fría mata
Es sabido que durante el invierno hay un
exceso de mortalidad y también que el frio exterior mata, pero no es tan
conocido el hecho de que también mata el vivir en casas frías, es decir
el frio del interior de las viviendas. La pregunta es qué proporción de
la sobremortalidad de invierno (diciembre a marzo), es debida a la
mortalidad debida a la pobreza energética. Una pista de su importancia
es que esta sobremortalidad invernal es más importantes en los países del sur de Europa (Portugal, España) y aquellos que han sufrido más la crisis (Irlanda), en comparación con los países del norte, con climas mucho más fríos (países escandinavos)[1].
Es decir, que las condiciones de los hogares (baja eficiencia térmica y
pobreza energética) pueden jugar un papel importante en este exceso de
mortalidad invernal.
En el estudio anteriormente mencionado, se estimaba que la sobremortalidad invernal en España es de 21%, de las mas altas de Europa (solo superada por Portugal: 28%), lo que en 2012 supuso unas 24.000 muertes extras.
Diferentes estudios estiman que entre 20% y 50% del exceso de muertes
invernales son debidas a la pobreza térmica. En la revisión que hizo
hace 4 años el equipo de Michael Marmot[2],
se llega a la conclusión que al menos un 20% de este pico invernal
puede ser atribuido a la pobreza energética. Lo que supondría en el caso
de España unas 4.800 muertes anuales por pobreza energética, si tomamos esta estimación más conservadora. Lo que equivale casi a 3 veces la mortalidad por accidentes de trafico (1800 muertes anuales).
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Según algunas estimaciones, en España se produce cada invierno al menos 4.800 muertes por pobreza energética, tres veces más que la debida a los accidentes de tráfico
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Otro indicio de la importancia de la
temperatura interior en el exceso de mortalidad invernal, es la
diferencia en el exceso de mortalidad invernal en el 10% de hogares más
fríos (aumento de 2,8% mortalidad por cada descenso de temperatura
exterior de 1ºC debajo de los -5ºC), en relación al 10% de los hogares
más cálidos (aumento del 0,9% de mortalidad), evidenciado en el estudio
inglés de Wilkinson de 2001[3].
En cuanto a las causas de muerte, se estima que del 30-40% de sobremortalidad invernal es debida a las enfermedades respiratorias y circulatorias
En países como España hay que considerar
también que la asociación entre pobreza energética y hogares con peor
asilamiento térmico, supone no solo vulnerabilidad frente al frio, sino
frente al calor extremo en verano. El otro pico de mortalidad se da en
el verano y son los residentes de las casas de baja calidad térmica y
sin sistemas de refrigeración (especialmente personas mayores que viven
solas), las victimas de esta sobremortalidad asociada a las olas de calor.
Por ello en España, la inversión en rehabilitación de viviendas para
mejorar el aislamiento térmico tendría un impacto doble: en disminuir la
sobremortalidad invernal y la estival.
Vivir en una casa fría enferma
Por debajo de 16ºC de temperatura
interior, se afectan las funciones respiratorias, y por debajo de 12º C,
el sistema cardiovascular. El frio produce broncoconstricción, aumento
de la producción de moco, disminuye la limpieza mucociliar y la
resistencia a las infecciones respiratorias. Lo que supone más
probabilidad de constipados, bronquitis y neumonías. Además, los
ambientes fríos van asociados a la humedad, y esta al moho y al polvo de
ácaros, lo que a su vez se asocia a crisis asmáticas y alergias. Los niños que viven en hogares fríos y húmedos tienen el doble de probabilidades de tener enfermedades respiratorias, asma, bronquitis y alergias[4]
El frio produce estrechamiento de los
vasos sanguíneos, aumenta la viscosidad de la sangre y empeora la
circulación sanguínea; por lo tanto, incrementa el riesgo de hipertensión arterial, infartos de miocardio e ictus. Un estudio[5]
con personas mayores (65 a 74 años) estimaba que por cada descenso de
1ºC de temperatura interior de la vivienda, aumenta 1,3 mm Hg la tensión
sistólica y 0,6mm Hg de diastólica.
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Por cada descenso de 1ºC de temperatura interior de la vivienda, aumenta 1,3 mm Hg la tensión sistólica y 0,6mm Hg de diastólica
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También es conocido el efecto de vivir en ambientes fríos sobre los procesos reumáticos y osteoarticulares en general. No menos importante es el efecto del frio sobre el bienestar y la salud mental.
Vivir en una casa fría aumenta los síntomas de ansiedad y depresión,
especialmente en adolescentes. Como ya mencionamos en otros artículos,
las personas paradas de larga duración (especialmente, los hombres
parados) son las que han empeorado mas su salud mental durante esta
crisis. Es difícil distinguir el efecto sobre la salud mental por estar
parado, del efecto de vivir en una casa fría. Ambos se potencian y
desembocan en depresiones y riesgos de suicidio.
Las casas frías aumentan el gasto sanitario y farmacéutico
Los hogares que son intervenidos para
aumentar la eficiencia energética disminuyen su gasto sanitario (menos
hospitalizaciones, visitas a urgencias hospitalarias, menos consumo de
medicamentos) frente a los hogares que no son intervenidos. Hay pocos
estudios coste-beneficio sobre los programas de mejora de la eficiencia
energética. El programa del norte de Irlanda “Warm Houses” que invirtió
en un año (2008-2009) 109 millones de libras, estimó que recuperó un 42%
en menor gasto sanitario. Otro en Inglaterra estimó [6]que por cada libra invertida en evitar la pobreza energética, el NHS recupera 40 peniques en ahorro en gasto sanitario[7].
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Algunos estudios estiman que entre un 40 y 50% de la inversión en mejora de la eficiencia térmica de las viviendas, se recupera por el ahorro asociado en gasto sanitario y farmacéutico.
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Los efectos indirectos sobre la salud de la pobreza energética
Son más importantes que los directos. Se podrían resumir en:
1º El frio complica las patologías preexistentes
(diabetes, ulceras, osteoartritis, problemas de rodilla o cadera,
Parkinson, demencia, etc.) y retrasa las recuperación post-cirugía.
2º El dilema “Heat-Eat” (calefacción o alimentación).
La familias en pobreza energética reducen su alimentación para asegurar
un mínimo de confort térmico. Un estudio [6] señalaba que mientras las
familias de EE.UU de clases media y alta aumentan su gasto de la cesta de la compra en invierno,
las de clase baja la disminuyen. Se estima que eso supone un 10% menos
de ingesta calórica (de media unos 200 calorías diaria menos). Además,
ahorrar energía también implica cocinar menos, comer alimentos que
necesitan poca preparación y que suelen ser menos sanos (comida basura).
Esta situación pone en peligro el crecimiento de los niños (un hogar
frio aumenta las necesidades calóricas para mantener la temperatura
corporal, por lo que si se añade además una menor ingesta calórica, el efecto sobre el crecimiento y la formación del sistema inmunológico es importante)
3º Aumenta el riesgo de accidentes domésticos
en personas mayores, por perdida de la destreza y fuerza en las manos y
por usar sistemas de calefacción abiertos (estufas de resistencia
eléctrica, infernillos, braseros, etc.), de mas riesgo de accidentes e
incendios, como bien saben los bomberos.
4º Rendimiento escolar:
los hogares en pobreza energética tienen mas absentismo escolar por
infeccione respiratorias. Además, es frecuente que en ellos solo se
calienta una habitación donde se hace toda la vida, por lo que es la más
ruidosa y donde es difícil estudiar. La pobreza energética es otra losa
en la desigualdad de oportunidades de estudio y de futuro profesional
para las familias que caen en la pobreza.
5º Sensación de inseguridad e infelicidad. Los adolescentes son especialmente sensibles a la merma en la salud mental asociado a vivir en casas donde se está a disgusto.
6º Aislamiento social:
la pobreza energética produce vergüenza. Se evita invitar a gente a
casa, no se sale a la calle para evitar la sensación de volver del frio
exterior a una casa fría, se va uno o una pronto a la cama para
calentarse bajo las mantas. Se hace menos vida social y se está mas
aislado del vecindario.
Quiénes son los mas vulnerables y qué intervenciones son más eficientes
La respuesta es simple: los que aguantan peor el frio y los que pasan más tiempo en casa. Es decir, mayores de 70 años, enfermos crónicos y discapacitados (mejor dicho, con diversidad funcional). Sin embargo, cada vez hay más preocupación por el efecto acumulativo de la pobreza energética en los niños y adolescentes y el impacto en su salud futura.
No olvidemos tampoco las familias con parados de larga duración, más
vulnerables a los problemas de salud mental. Los programas contra la
pobreza energéticas deben dar prioridad a proteger a estos colectivos.
Las intervenciones mas eficientes frente a la pobreza energética son las que rehabilitan las viviendas para aumentar la eficiencia térmica,
frente a las ayudas para el pago de los recibos o la compra de
calefactores. Inciden positivamente y permanentemente sobre la salud de
sus residentes, pero también sobre la del planeta al reducir la emisión
de gases de efecto invernadero.
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Si quieres saber más, te recomiendo:
En español:
- Informe sostenibilidad en España 2012. Capítulo Especial. Energía sostenible para todos. Pág. 291-326: Efectos de la pobreza energética en la salud. Accesible en: http://www.upv.es/contenidos/CAMUNISO/info/U0637061.pdf
- Javier Padilla. “La pobreza energética, un problema de salud pública”. Blog Médico critico: http://medicocritico.blogspot.com.es/2014/11/la-pobreza-energetica-un-problema-de.html
- El programa “Salvados” de la Sexta, dirigido por Jordi Evole, emitirá probablemente el domingo 13 de diciembre de 2015 un reportaje titulado: “la Pobreza energética”, en el que colaboré (http://www.lasexta.com/programas/salvados/)
En inglés:
- Marmot Review Team for Friends of Earth. The Health Impacts of Cold Homes and Fuel Poverty. May 2011 http://www.foe.co.uk/sites/default/files/downloads/cold_homes_health.pdf
- SOPHIE Project conclusions. “Social and economic policies matter for health equity” Pag 41 a 46: Housing policies can reduce health inequalities. Accesible en: http://www.sophie-project.eu/pdf/conclusions.pdf
- Joe Butcher. Fuel poverty: how to improve health and wellbeing through action on affordable warmth. A guide to delivering action on fuel poverty for public health professionals, health and wellbeing boards, and local authorities in England. UK Health Forum 2014. Accesible en: http://www.fph.org.uk/uploads/UKHF-HP_fuel%20poverty_report.pdf
- Fuel poverty+health. A guide for primary care organisations, and public health and primary care professionals. By Dr Vivienne Press. Produced by the National Heart Forum, the Eaga Partnership Charitable Trust, the Faculty of Public Health Medicine, Help the Aged and the Met Office. 2003. Accesible en: http://www.fph.org.uk/uploads/toolkit_fuel_poverty.pdf
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REFERENCIAS DEL TEXTO (0s dejo los enlaces para descargaros los artículos accesibles:
[1] Healy JD (2003) Excess winter mortality in Europe: a cross country analysis identifying key risk factors. Journal of Epidemiology and Community Health, 57(10), pp.784–789.
[2] Marmot Review Team for Friends of Earht. The Health Impacts of Cold Homes and Fuel Poverty. May 2011
[3] Wilkinson
P, Landon M, Armstrong
B, Stevenson S, Pattenden S, McKee M and
Fletcher T (2001) Cold Comfort: The Social and Environmental
Determinants of Excess Winter Deaths in England, 1986–96. Bristol: The
Policy Press.
[4]
Barnes M, Butt S, and Tomaszewski W (2008) The Dynamics of Bad Housing:
The Impact of Bad Housing on the Living Standards of Children. London:
National Centre for Social Research.
[5] Woodhouse
PR, Khaw KT and Plummer
M (1993) Seasonal variation of blood pressure
and its relationship to ambient temperature in an elderly population. Journal of Hypertension, 11(11), pp.1267–1274.
[6] Bhattacharya
J, DeLeire T, Haider S and Currie J (2003) Heat or Eat? Cold Weather
Shock and Nutrition in Poor American Families. American Journal of Public Health, 93(7), pp.1149 –1154.
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