Frente a la imagen del individuo y su entorno tan encarnada en al medicina actual como algo compuesto por piezas superponibles que permiten actuar sobre cada una de ellas de manera independiente, es conveniente recoger retos como el que nos plantea este artículo de Marina Garcés,
recordándonos que, queramos o no, hay mucho más de unión que de separación en lo que "nosotros somos":
"Vida en común es el conjunto de
relaciones tanto materiales como simbólicas que hacen posible
una vida humana. Una vida humana no se basta nunca a sí misma. Es
imposible ser sólo un individuo. Lo dice nuestro cuerpo, su hambre,
su frío, la marca de su ombligo. Lo dice nuestra voz,con
todos los acentos y tonalidades de nuestro entorno incorporados.
Lo dice nuestra imaginación, capaz de componerse con realidades
conocidas y desconocidas para crear otros sentidos y otras
realidades. El ser humano es algo más que un ser social, su
carácter relacional va más allá del hecho de que la sociedad
sea el conjunto de circunstancias en las que se transform a su
animalidad. El ser humano no puede decir yo sin decir al mismo tiempo
nosotros.Nuestra historia moderna se ha construido sobre la negación de
este principio tan
simple.
(...)
El nosotros, como horizonte cívico
y/o revolucionario ha sido visto en nuestra cultura, de raíz
cristiana, como la conciencia colectiva, reconciliada, que puede
surgir de la superación de los cuerpos separados. Pero ¿y si los cuerpos
no están ni juntos ni separados sino que proponen otra lógica
relacional que no hemos sabido escuchar? Más allá de la dualidad
unión/separación, los cuerpos se continúan. No sólo porque se
reproducen, sino porque son finitos. Donde no llega mi mano, llega la de
otro. Lo que no sabe mi cerebro, lo sabe el de otro. Lo que no veo a mi
espalda lo ve alguien más... La finitud como condición no de la
separación sino de la continuación es la base para otra concepción
del nosotros, basada en la alianza y la solidaridad de los
cuerpos vivos"
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