La verdad-verdadera de la ortodoxia
La ortodoxia entiende que existe una clara escisión entre quien conoce (el sujeto de estudio) y lo que es conocido (el objeto de estudio). El mundo existe en sí mismo al margen de la manera en que lo conozcan los científi cos. La crisis es la que es y los economistas adiestrados pueden explicárnosla. El sujeto que conoce mira ese mundo a través de las herramientas que le proporciona el método científico. Si las aplica correctamente, observa desde ningún lugar, ve el conjunto de la realidad desde fuera de ella, sin dejarse infl uir por los confl ictos ni por el lugar que ocupa. Desde ese punto de vista no sesgado se pone en marcha la creación de conocimiento. Este proceso aséptico está protagonizado por científi cos individuales que aplican racionalmente un método empirista y atomista: a través de datos el mundo habla; si los leemos correctamente, vamos descubriendo la realidad de forma paulatina. El conocimiento se va acumulando hasta poder dar una explicación completa. Más o menos lo que hacen los expertos del FMI cuando recetan bajar las pensiones para garantizar la sostenibilidad de las cuentas públicas, utilizando para ello solo fríos números que aparentan dejar fuera las pasiones.
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El buen conocimiento científico tiene tres criterios de legitimación: la objetividad, la verdad y la universalidad. La objetividad se entiende como neutralidad valorativa: el proceso científico ha sido objetivo si ha dejado fuera los valores y los sesgos de la persona que está conociendo, que no pueden influirle en tanto que científico. El segundo criterio de legitimación es la verdad: el mundo está fuera esperando ser penetrado por la mirada científica. El buen conocimiento lo descubre y lo nombra tal cual es. Y, en tercer lugar, la universalidad: si bien el mundo es amplio y complejo, puede conocerse a través de observaciones concretas que desvelan leyes generales que explican el funcionamiento del todo. Los avances científicos suponen, en su conjunto, una aproximación a la verdad en términos absolutos; por eso la ciencia es progresiva. Estos tres aspectos otorgan una fuerza enorme al conocimiento científi co. Que nos digan que un conjunto de fórmulas matemáticas permite descubrir las leyes universales que gobiernan la economía (y que lo hagan de forma no política, a través de datos irrefutables) vuelve muy difícil la capacidad de rebelarse. La ciencia económica adquiere un aura esotérica: solo los expertos pueden desvelar el funcionamiento de esos mercados por lo demás impenetrables. Sus recetas se convierten en una especie de irrebatible palabra divina. Si quieres generar empleo, baja salarios. Desde este discurso epistemológico se sustenta la teocracia mercantil que gobierna en esta Cosa escandalosa. Se nos propone una mirada única, por ejemplo, obsesionarnos con la prima de riesgo, que es, sin embargo, la de quienes se ven favorecidos por la posibilidad de especular con deuda pública. ¿Qué pasa si miramos desde la óptica de quienes no salen favorecidxs por la desregulación financiera?
Conocimientos situados y verdades parciales que, juntas, (re)construyen mundos mejores
La propuesta de los conocimientos situados apuesta por la parcialidad como nueva objetividad. Se apuesta por redefinir la objetividad como el reconocimiento de la radical contingencia de todo punto de vista. Esto implica localizarse a una misma, en un sentido no individualista sino relacional. No se trata de decir que yo estoy aquí o allá, sino de explicitar la posición que habito/habitamos (colectivamente) en esta compleja y jerárquica estructura social y hacerme/hacernos cargo de lo que miramos desde ahí, cómo lo miramos y para qué.
Decir que la realidad no espera inmutable a que la descubran no significa decir que no exista nada previo a nuestra propia mirada, sino que hay que complejizar la relación entre realidad y lenguaje. Lo que implica, por un lado, perder el miedo a no tener una teoría limpia, monocorde y que nos dé todas las respuestas: «Si hacemos bien nuestro trabajo, la realidad aparecerá más inestable, compleja y desordenada incluso de lo que aparece hoy» (Jane Flax, 1990: 56-57). Y, por otro, ser conscientes de que la mejor hipótesis va a serlo siempre «por el momento» y que siempre van a existir otras muchas esperando a ser probadas. La clave es abrir espacio para que surjan y esto solo ocurre si miramos desde nuevos puntos de vista que se atrevan a cuestionar el orden vigente. La democratización del conocimiento y la legitimación de los conocimientos periféricos es una cuestión ética y política en sí, pero también de calidad epistemológica. ¿Qué es, entonces, crear pensamiento? No es crear metanarrativas que, sustituyendo a las androcéntricas, expliquen la historia de una forma favorable a las mujeres; en su lugar, ha de contarse una historia radicalmente distinta. Esta historia debe ser, por necesidad, situada y localizada; y ha de crearse en común, poniendo a dialogar verdades parciales en la búsqueda de cartografías colectivas. «Las teorías son una especie de mapas; cada uno puede representar solo una parte de la realidad» (Sandra Harding, 1995: 13). La construcción de mapas colectivos implica un proceso en el que múltiples verdades entran en diálogo. Pero, ¿cualquier verdad puede pasar a formar parte de ese mapa? ¿No hay un criterio legitimador del conocimiento que sustituya a la verdad objetiva y universal? Necesitamos alternativas.
La localización de los puntos de vista, ahora en plural, sigue siendo coherente con la preferencia por los puntos de vista de lxs subyugadxs. No nos sirve crear conocimiento desde las posiciones hegemónicas. Porque son las que se imponen como única verdad posible e impiden transformar la realidad. Asegura Harding (1995) que uno de los requisitos de esta distinta comprensión de la objetividad es que sepa distinguir entre los intereses que amplían y enriquecen nuestras imágenes y los que las limitan. Las cartografías entretejen verdades parciales, que son aquellas que pueden entrar en diálogo, y son capaces de construir solidaridades en la política y conversaciones en el conocimiento. Las que permiten avanzar en la conformación de una agencia colectiva para la transformación del statu quo. Los requisitos para que una visión sea objetiva es que sea parcial y que, en su parcialidad, pueda ser compartida (que traslade conocimientos entre comunidades diferentes y con diferencias de poder) y que contenga el potencial de entendimiento para mundos mejores en el sentido que colectivamente defi namos como buen vivir. Es en esta vocación de diálogo en la que se enmarca la propuesta que aquí lanzamos dirigida a poner en el centro la sostenibilidad de la vida a la hora de pensar el mundo y de afrontar la crisis.
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