"Cada vez más estudios y
metaanálisis independientes encuentran que los antidepresivos no son más
eficaces que el placebo en depresión, excepto en las más severas. Y,
dado el argumento fácil de muchos profesionales de "yo veo que los
pacientes mejoran", hay que señalar que estos trabajos no dicen que los antidepresivos no funcionan. Lo que dicen es que funcionan igual que el placebo. Pero sin efectos secundarios ni costes, claro.
Distintos trabajos, que hemos
dejado enlazados a lo largo de la entrada, hablan del riesgo del consumo
de antidepresivos (aparte de sus ya conocidos, pero muchas veces
minusvalorados, efectos secundarios) en lo referente a la aparición de
cuadros depresivos crónicos y resistentes, como consecuencia
del tratamiento a largo plazo, o bien de aumento en la frecuencia de
recaídas con la interrupción del tratamiento, una vez que el paciente ya
lo ha tomado.
Entonces, ¿qué hacer? Si
prescribimos un antidepresivo y lo retiramos, el paciente puede recaer.
Si no lo retiramos, puede cronificarse... A no ser que lo que hagamos
sea no prescribir un antidepresivo. No mandarlo en todos esos
casos de depresiones leves o moderadas, de distimias, de trastornos
inespecíficos de ansiedad, de personalidad, de duelos o problemas
vitales... Cuadros todos ellos donde parece dudosa la evidencia de que
realmente sirvan para algo.
Y también, ante el argumento de que los pacientes vienen con sus quejas y algo hay que hacer, igual deberíamos recordar que la primera regla en medicina era primum non nocere. Lo primero, no dañar.
Si no tenemos fármacos razonablemente útiles y realmente seguros para
todas las depresiones no severas (es decir, para todo lo que no sea
melancolía, la cual es relativamente poco frecuente), entonces no habrá
que usar fármacos de utilidad dudosa y seguridad cuestionable (por no
hablar hoy del coste que, la verdad, nos parece secundario ante la
preocupante información que parece desprenderse de los artículos que
hemos comentado). Habrá que devolver a esos pacientes la responsabilidad
en sus vidas y no buscar depresión donde hay malestar. O bien, habrá
que aprender y aplicar psicoterapias de apoyo, allí donde sean
necesarias y puedan ser útiles, siempre dentro de las posibilidades de
nuestro sistema público de salud (cada vez más limitadas, es cierto,
pero imagínense si sólo la mitad de todo el coste anual de los ISRS en
este país se destinara a implementar recursos de psicoterapia breve de
apoyo -breve como sinónimo de no cronificadora-)."
Otro aporte posible, más allá de las psicoterapias: ¿Porqué no plantearse procesos de transformación social que nos permitan enfrentar y asumir nuestra responsabilidad y capacidad individual y colectiva? Porque cuando la causa de tantas de estas situaciones y "cuadros" se relaciona con la manera de organizarse de la sociedad, con procesos tan "enfermantes" como el paro, la soledad, la incomunicación, la impotencia o incapacidad para tomar las riendas de la propia vida... ¿Las soluciones no tendrían que apuntar más lejos, hacia los famosos determinantes sociales en salud, sin olvidar, claro está, las necesidades personales de autorealización?
Gracias por la referencia a nuestro trabajo y totalmente de acuerdo con tu reflexión final. Cuando la causa del malestar, como ocurre muchas veces, es social (paro, miseria, marginalidad...), el enfoque de tratamiento individual, ya sea psicofarmacológico o psicoterapéutico es, en el mejor de los casos, un parche y, en el peor, un engaño.
ResponderEliminarParche o engaño que no deja de desempeñar su papel en el mantenimiento del (cada vez más lamentable) status quo existente. ¿Qué revolución vas a buscar si la causa de tu desgracia es un neurotransmisor, una distorsión cognitiva o un trauma infantil que no recuerdas...?
Un saludo.