21 feb 2011

No tan claro como lo pintan

Tras haber sufrido la incomprensión y el menosprecio de la ginecóloga de turno que nos atendió antes del parto cuando le comentamos que no habíamos hecho profilaxis con yodo durante el embarazo, y su negativa a entender los argumentos que le dábamos, no deja de consolarme ver qué, efectivamente, hay gente que se sigue esforzando por mostrar las cosas como se conocen hasta el momento, y no como nos las quieren vender, amparados tras un parapeto cientificista sin una base bien sustentada.

Gracias a Enrique Gavilán por esta revisión que recoge en su blog, de la que extraigo sus conclusiones:

La suplementación con yodo en el embarazo demuestra tener un efecto positivo en la prevención de cretinismo e incluso en la mortalidad, así como en la mejora del desarrollo cognitivo en niños que viven en zonas geográficas con déficit grave de yodo. Aunque estos estudios no están exentos de importantes sesgos, la relevancia del tema de estudio así como el importante problema del déficit de yodo en la dieta en estos países hacen recomendable la suplementación con yoduro potásico a las embarazadas, sin olvidar la actuación sobre otros determinantes de la salud.
Sin embargo, en áreas con déficit leves o moderados la yodoprofilaxis de problemas tiroideos con traducción clínica no parece demostrada. Sólo dos estudios han evaluado trastornos tiroideos clínicos, y no han podido evidenciar que la suplementación con preparados farmacológicos de yoduro potásico sea mejor que placebo o que no dar suplementos. La mayoría de los ensayos clínicos disponibles sólo valoran datos bioquímicos de función tiroidea; en los pocos estudios donde hay mejoría estadísticamente significativa en dichos parámetros, los resultados no suelen traspasar los rangos de normalidad. Y aunque muchas de estas variables podrían considerarse surrogadas al desarrollo psicomotor del niño, éste vínculo no ha podido aún ser demostrado al no disponer de ensayos clínicos aleatorizados, controlados y debidamente cegados que midan estos efectos a medio o largo plazo.
Por tanto, en lugares con déficit leves-moderados de yodo, la suplementación adicional con preparados farmacológicos de yodo de forma sistemática en mujeres sanas no está demostrado que tenga efectos clínicos beneficiosos sobre la madre o el neonato.
Y no sólo no está suficientemente demostrado su beneficio, sino que no parece estar completamente exento de riesgos. ¿Por qué entonces una recomendación tan categórica? ¿Porqué yodar a las mujeres embarazadas sin evidencias concluyentes a su favor? ¿No sería mejor esperar a tener resultados de ensayos clínicos bien diseñados, aleatorizados, bien cegados, bien controlados, que midan resultados clínicos de problemas tiroideos y desarrollo cognitivo del niño, además de parámetros bioquímicos de función tiroidea, y que evalúen su efectividad clínica y su seguridad más a largo plazo? Máxime si además están próximos a ser publicados los resultados de un ensayo clínico que sí que cumple esos requisitos.
Por tanto, hasta que podamos ver qué sale de éste ensayo clínico, propongo que se disponga una moratoria en el uso del yoduro potásico en la embarazada por parte de autoridades, instituciones, médicos, matronas y sociedades científicas.

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