19 ene 2016

El poder de los filántropos


Aparece ahora una investigación sobre Filantropía, Poder y Desarrollo, en la que se estudia cómo desde las fundaciones benéficas de las grandes fortunas del planeta se terminan marcando las prioridades del mundo empobrecido economicamente, potenciando al mismo tiempo un modelo de negocio abanderado por las empresas tecnológicas y farmacológicas. Algo que desgraciadamente no es nuevo, como bien recogía Javier Segura en su blog al sintetizar un artículo tambien esencial para entender este asunto: “Philantrocapitalism, past and present….” de Anne-Emanuelle Birn, en el que se compara la acción de la Fundación Rockefeller (FR), en la primera mitad del siglo XX, con la de la Fundación Bill y Melinda Gates (FBMG), concluyendo que el filantrocapitalismo del siglo XXI está desplazando a la OMS como actor fundamental en la salud publica internacional.

Copio aquí las dos partes del artículo que recoge Javier, porque no tiene desperdicio:

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La Fundación Rockefeller

En un post que escribí hace 6 años, Biopolítica global y la historia de “la salud mundial” (2ª parte: la Fundación Rockefeller), ya hablamos del papel nuclear que jugo la FR en el nacimiento de la Salud Pública Internacional (la OMS, incluida) y en el apoyo a la renovación de la medicina social española en la década de los 30, por lo que obviaré en este resumen la extensa parte del artículo dedicada a la FR. El origen de la FR, se encuadra en un movimiento norteamericano (“la filantropía científica”) de finales del siglo XIX, basado en las ideas de Andrew Carnegie, multimillonario magnate del acero de origen escocés (recogidas en su libro: “The Gospel of Wealth”, 1889), que llevó a que los ricos ejercieran una nueva forma de caridad, más dirigida a inversiones de interés social (librerías, casas de baños, etc.);…sin detrimento de combinar estas acciones filantrópicas, que mitigaban la inquietud de la clase obrera, con la explotación y represión de sus trabajadores. Dio origen a un modelo de servicios sociales atomizados, basados en organizaciones privadas financiadas por la caridad de los donantes (charities), en detrimento de un estado de bienestar social con sólidos servicios públicos; modelo que ha pervivido en EEUU y otros países anglófonos hasta el presente. 

 
Según nos recuerda la profesora Birn, la FR y la FBMG se diferencian, entre otras cosas que ya veremos, por el contexto histórico y político en que ambas se expanden. Así, la FR lo hizo en la primera mitad del siglo XX, cuando se asistió a un declive de las potencias coloniales europeas (principalmente Francia y RU) y a un ascenso del imperialismo de EE.UU, apoyando claramente la FR en algunas ocasiones los intereses de este último (ejemplo, Canal de Panamá, Cuba, etc), a la vez que contribuía decisivamente a forjar y reforzar organizaciones públicas internacionales de salud (como la de la Liga de Naciones y la propia OMS), que tuvieron un papel fundamental en el orden postcolonial. Sin embargo, la FR realizó un giro estratégico posteriormente, coincidiendo con la guerra fría y el ascenso del neoliberalismo, pasando de su apoyo tradicional al sector publico, a subvencionar al sector privado para crear nuevas vacunas o impulsar ciertos desarrollos agrícolas, a la vez que se oponía al desarrollo integral de la Atención Primaria de Salud. Como instrumento central de este giro, la FR fue pionera en la promoción de Iniciativas Público-Privadas (IPP, a partir de ahora), en inglés: Public Private Partnerships (PPP).

La FBMG, por el contrario, se expande al entrar en el nuevo siglo XXI, periodo caracterizado por un debilitamiento del imperialismo de EEUU y una expansión de las fuerzas de la globalización financiera y del desregulameiento de los mercados, a la vez de estrechamiento de las posibilidades que tienen los estados y los organismos públicos internacionales de controlar los flujos financieros internacionales. La nuevas organizaciones del filantrocapitalismo surgidas en este contexto han basado su estrategia, desde el principio, en darle protagonismo al sector privado y en marginalizar, de facto, las organizaciones publicas y hacerlas dependientes de sus donaciones.

Sin embargo, la FR y la FBMG tienen varios puntos estratégicos comunes respecto a su visión de la salud global, que serán señas de identidad del Filantrocapitalismo:

1. Una agenda definida desde arriba: las iniciativas de salud internacional están determinadas por los donantes, con una agenda de cooperación formulada y controlada por la agencia internacional, sea a través de actividades directas en el país o a través de becas o subvenciones.

2. Incentivos presupuestarios: las actividades solo se financian parcialmente por las agencias de donantes, se requiere el concurso de entidades receptivas a invertir importantes recursos financieros, humanos y materiales para echar adelante el proyecto cooperativo.

3. Un paradigma tecnológico: las actividades se dirigen al control de enfermedades específicas basados en: a) una concepción biologicista y conductual individual de la etiología de la enfermedad; y b) instrumentos tecnológicos para abordarlas.

4. Asunción previa de éxito: las actividades están limitadas geográfica y temporalmente, definidas por enfermedades e intervenciones especificas, de acuerdo a claras estrategias de éxito, con el fin de demostrar la eficiencia y asegurar resultados positivos y vistosos.

5. El consenso de profesionales trasnacionales: las actividades dependen de profesionales entrenados en el extranjero (frecuentemente por la plantilla de la agencia) y que están ligados a redes internacionales, lo que facilita la traducción doméstica de las iniciativas y enfoques de los donantes.

6. Adaptación a las condiciones locales: las actividades se permiten una limitada flexibilidad, basada en las culturas locales, la economía moral y el contexto político.

 

Se fundó en 2000 por Bill Gates, el hombre más rico del mundo (entre 1995 y 2013), por los inmensos beneficios obtenidos de su empresa de informática Microsoft. La BMGF es la mayor empresa filantrópica del mundo y su presupuesto dedicado a la salud global (60% del total), supera el de la OMS, convirtiéndola en el primer actor de la salud global. Sin embargo, no es un líder en transparencia, siendo difícil acceder a documentos que den cuenta de sus procesos operativos y de decisiones. De acuerdo a su división de salud global, su meta es “promocionar el avance en la ciencia y tecnología para reducir las desigualdades en salud”. Sin embargo, llama la atención el desinterés por el enfoque de la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud (CDSS) de la OMS, cuyo proceso de reflexión y conclusiones coincidió con el surgimiento de la BMGF.

Esta visión reduccionista y asocial (otros dirían: “pragmática”) de las intervenciones de Salud Pública, está bien ejemplificada en el discurso que pronunció Bill Gates en la 58ª Asamblea Mundial de la Salud (OMS) en mayo 2005 (dos meses después de salir el informe de la CDSS), en el que invocó el modelo de la erradicación de la viruela basada en la vacunación3 como futuro de la OMS: “Algunos apuntan a la mejor salud en el mundo desarrollado y dicen que solo podemos mejorar la salud si reducimos la pobreza. Y eliminar la pobreza es una meta importante. Pero el mundo no tuvo que eliminar la pobreza para eliminar la viruela. Y nosotros no tenemos que eliminar la pobreza antes de reducir la malaria. Lo que necesitamos es producir y distribuir una vacuna”. Al contrario de la FR, que también apoyo algunas iniciativas de medicina social y de reformas sanitarias que fortalecieron los sistemas públicos de salud, la BMFG basa sus iniciativas en términos tecnológicos, sin considerar un enfoque integrado de medidas tecnológicas y socio-políticas.


En este ámbito tecnológico se movió el primer proyecto de la BMGF: “Gran Challenges in Global Health Initiative” (grandes retos en la salud global), creado en 2003 y ampliado en 2008 a través de “Gran Challenges Exploration” (exploración de grandes retos), donde invirtió mil millones de dólares en la primera década. Incluso en el “Challenge 16” (reto nº 16) enunciado como “descubrir nuevas vías para alcanzar un nacimiento, crecimiento y desarrollo saludables”, cuestiones íntimamente ligadas al abordaje de factores sociales, se identificaron “las vías moleculares” como cuestión prioritaria para entender lo que hay detrás de la pobre salud infantil, sin una referencia a las condiciones de vida de los recién nacidos y sus familias.



Como flautista de Hamelin de la Salud Global, la BMGF colabora y apoya a un gran rango de IPP’s, al US National Institutes of Health, el Banco Mundial, la OMS y otras agendas multilaterales, así como universidades, negocios privados, grupos que ejercen la abogacía y ONG’s. Como ocurrió en el pasado con la FR, la gran mayoría de los dineros de la BMGF van a entidades de países ricos. En 2014, casi tres cuartas de los fondos totales del BMFG global Health Program fueron a parar a 50 organizaciones, 90% de las cuales estaban localizadas en EE.UU., Reino Unido (RU) y Suiza (!!). Por ejemplo, desde 1998, tres organizaciones localizadas en Seattle (EE.UU.): PATH (Program for Appropriate Technology in Health), PATH drug solutions y PATH Vaccine solutions, recibieron en conjunto 1.600 millones de dólares (un 15% del presupuesto global cuyas partidas principales fueron para investigación en malaria, enfermedades infecciosos, enteritas y diarreas).


El H8 y las IPP’s

La profesora Birn llama la atención que al igual que el G8 (la reunión de los ocho países más ricos del mundo) ha desplazado a la ONU como espacio de decisión de escala global (configurando uno paralelo sin legitimidad democrática universal), hay un H8 formado por los ocho actores de la salud global con mayor poder financiero, que arrincona a la OMS en la toma de decisión en la salud internacional. Está formado por:

Cinco organizaciones de la “familia” de la ONU: OMS, UNICEF, UNFPA (El Fondo de Poblaciones de las NU), UNAIDS (u ONUSIDA) y el Banco Mundial (BM) Tres organizaciones privadas o IPP’s (público-privadas, en inglés PPP=Public Private Partnerships)): BMGF, Gavi Alliance y el Global Fund to Fight AIDS, Tuberculosis and Malaria. Al igual que el G8, en las reuniones del H8 se deciden a puerta cerrada las principales prioridades en la salud global y son mayoría las organizaciones considerablemente influenciadas por Gates y la BMGF.

También se resalta que la promoción y apoyo a las IPP’s ha sido una de las estrategias principales del filantrocapitalismo, previamente iniciadas por el BM y el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el apoyo de la Fundación Rockefeller (FR), en la década de los 90. Entre las principales están:

The Global Fund to Fight AIDS, Tuberculosis and Malaria (El Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria). Fundación suiza iniciada en 2002 con una subvención de 100 millones $ de la BMGF, cuyo objetivo principal era cortocircuitar (bypass) la así percibida burocracia de la ONU, para luchar contra esas tres enfermedades. El consejo de administración de este Fondo Global esta formado por 8 miembros de los gobiernos donantes (países ricos), un representante de la filantropía privada, otro del sector privado, 7 representantes de países de bajo o mediano ingreso, uno de “comunidades”, otro de ONG’s de países “desarrollados” y otros de ONG’s de países “en desarrollo”. Por increíble que parezca, la OMS y ONUSIDA no tienen voto en este consejo, pero el sector privado representado por la farmacéutica Merck/MSD y las fundaciones privadas, representadas por la BMGF, que han donado cerca de 1.500 millones $ al Fondo, si lo tienen y mucho. Esta IPP no solo ha debilitado a la OMS, sino al movimiento trasnacional que aboga por la reforma de la propiedad intelectual (PI), surgido a finales de los 90, para denunciar los beneficios inmorales de las industrias farmacéuticas que dificultan el acceso a los antivirales en los países pobres (especialmente los africanos).


The GAVI Alliance (La alianza vacunal), sobre la que la BMGF tiene una gran influencia por sus donaciones (1.500 millones$ en 2013), surgió en 2000 y ha sido criticada por poner mas énfasis en nuevas vacunas (frecuentemente desarrolladas por sus socios de la industria farmacéutica), que por asegurar la cobertura básica universal de vacunas de eficacia probada, además de no tener en cuanta las necesidades y condiciones de vida locales.

Otras IPPS impulsadas o subvencionadas por BMGF: Stop TB, Roll Back Malaria, The International AIDS Vaccine Initiative y the Global Alliance for Improved Nutrition.

La propia OMS se ve cada vez más ligada a las actividades con las IPP, a las que se han destinado entre 700 y 864 millones $ de su presupuesto bianual de 4.000 millones $ (20-25% del total). Las IPP’s han socavado la autoridad de la OMS y su capacidad de funcionamiento, mediante la fragmentación de los esfuerzos y de las políticas de salud global, una baja relación coste-eficiencia de sus acciones y una insuficiente rendición de cuentas, según varios informes del consejo ejecutivo de la OMS de 2007 y 2013.

Conflicto de intereses

Recientemente, la BMGF ha sido acusada de invertir en compañías farmacéuticas e industrias contaminantes (ExxonMobil y Chevron). La BMGF, a través del holding Berkshire Hataway de Warren Buffet (en el que está invertido el 50% del legado de la BMGF) tiene intereses en Johnson & Johnson, Sanofi-Aventis y otras farmacéuticas. Los últimos directores de su programa de Salud Global provenían de GlaxoSmithKline (Dr. Tachi Yamada) y de Novartis AG (Dr. Trevor Mundel). Las inversiones de la BMGF en salud, agricultura y otras áreas pueden beneficiar a estas industrias y a otras en las que tiene intereses, como Coca Cola, McDonald, Monsanto, Nestle, Procter & Gamble. 

 
Ejemplos de estos conflictos de intereses han sido: la presión de la oficina en la India de la BMGF al ministro de sanidad para la introducción de la vacuna contra el rotavirus comercializada por Merck; la subvención a polémicos estudios de investigación en la India, realizados por PATH, sobre la vacuna contra el papilomavirus (de Merck y GlaxoSmitheKline); las practicas monopolísticas de Microsoft y las acciones a favor de la protección de la PI y de las patentes (entre otros empujado el tratado TRIPS en la OMC), que chocan con los intereses de la salud global a favor de los medicamentos genéricos y de facilitar el acceso a fármacos esenciales en los países pobres. Esto podría explicar la postura de la Comisión de Macroeconomía y Salud de la OMS, en la que la BMGF es un donante mayor, a favor de la PI, o el rechazo de la BMGF a tomar postura en la denuncia judicial de Novartis contra el gobierno indio por denegar una nueva patente a un supuestamente nuevo medicamento contra el cáncer.

Otro ejemplo es la implicación de la BMGF en AGRA (Alliance for a Green Revolution in Africa= Alianza para una revolución verde en Africa), a la que inyectó 264,5 millones $ en 2013. AGRA, al igual que el programa anterior de la Green Revolution de la FR, está enfocada a desarrollar modelos tecnológicos y de mercado para aumentar la producción agrícola. Este enfoque se hace a costa de abordajes más equitativos, democráticos y sostenibles, basados en asegurar los derechos de propiedad de tierras para pequeños productores (especialmente importante en un contexto de creciente presión de compra de grandes extensiones de tierras por extranjeros, en países con hambrunas y grandes problemas de malnutrición) y en apoyar las redes de distribución locales y regionales de alimentos. Además, es preocupante el papel que ha jugado AGRA en la investigación y desarrollo de organismos genéticamente modificados (OGM) y de semillas patentadas, ademas de en el control por las corporaciones de la riqueza genética de Africa, sin compartir estos beneficios con los cultivadores.


Cuestionando el filantrocapitalismo

Según Anne-Emanuelle Birn, se podría resumir este cuestionamiento en:

1º Beneficiarios de la desigualdad. Al igual que la FR y otras entidades filantrópicas, que surgieron a finales del siglo XIX y principios del XX, derivadas de los beneficios obtenidos por las industrias explotadoras (petroleo, acero, ferrocarriles, industrias), los beneficios colosales ganados durante los años 90 y el principio del siglo XXI por un numero reducido de personas vinculadas a las industrias de la tecnología de la información, aseguramiento, inmobiliarias y financieras (y por lo tanto, especuladoras), así como a las industrias ligadas a los sectores militares, de minería, petróleo y otras materias primas, fueron obtenidos a base de una creciente desigualdad social. Es decir, estos beneficios se produjeron gracias a:

  • Una bajada de los salarios y a un empeoramiento de las condiciones laborales para la gran mayoría de los trabajadores del mundo 
  • El apoyo tácito o explicito a los conflictos militares y civiles que aseguraban el acceso a las materias primas.

Prácticas de inversión y comercio que se saltan las regulaciones protectoras

La externalización (transfiriendo la responsabilidad corporativa desde lo privado a lo público y a las futuras generaciones) de los costes sociales y ambientales de los negocios acometidos, incluyendo exposiciones a tóxicos, contaminación del suelo, aire y agua, deforestación y los efectos de cambio climático.

2º ¿La Salud Global es demasiado importante para dejarla en manos del sector público? Es decir, en manos de entidades públicas y con vocación democrática, como la OMS o los gobiernos. La idea de que el modelo de negocios puede resolver los problemas sociales y que es superior a las acciones y políticas publicas redistributivas de los gobiernos, enmascara la realidad que los enfoques de las empresas privadas han sido acompañadas, facilitadas y realizadas por la desregulación, las privatizaciones, la reducción de la administración pública y el énfasis en los resultados a corto plazo (en vez de la sostenibilidad a largo plazo), propios del neoliberalismo. Estos modelos se basan en la creencia de que el mercado es infalible, a pesar de las abundantes evidencias en contra. Pero es indudable que todos los incentivos financieros del mundo no crearán una vacuna contra la pobreza, la discriminación (racial, género, orientación sexual) y la desigualdad.

3º Drenaje de fondos públicos al sector privado a través de la deducción de impuestos. El estatus de exención fiscal de las fundaciones y la deducción de impuestos a través de donaciones filantrópicas y caritativas, no solo sustrae de los presupuestos públicos miles de millones que se podrían dedicar a inversiones sociales y en salud, sino que es una afrenta a la democracia. La fe de que donando “puedes cambiar el mundo” es en muchos sentidos una manifestación ridícula de la noción de que “los ricos saben mejor cómo”, como si las decisiones autónomas de los donantes debieran sustituir a los estados de bienestar, representativos y controlados democráticamente, y a los sistemas de redistribución. Debemos ser conscientes que las deducciones fiscales sustraen grandes partidas de dinero público, dejándolas en las manos de organizaciones que consiguen claros beneficios con sus acciones “filantrópicas”: imagen, influencia política, redirección de la investigación para sus fines, aumento de protagonismo del sector privado, etc.

4º Desinterés por las enfermedades no transmisibles (ENT) y los determinantes sociales de la salud. La BMGF y otras similares se resisten a abordar las ENT, por ser intervenciones a largo plazo, políticamente complejas, con costosas implicaciones y ausencia de soluciones tecnológicas instantáneas. Asimismo, como dijimos antes, sorprende su desinterés por el enfoque de determinantes sociales de la salud, que fue adoptado por la OMS, a la vez que emergían a principios del siglo XXI.


5º Creciente influencia opaca. La BMGF determina la composición de los consejos de administración de las principales IPP’s y tiene una gran influencia sobre la OMS y otras organizaciones públicas de la órbita de la ONU. Como ejemplo, señalemos que en 2007 llamó la atención el cambio de destino del responsable del programa de malaria de la OMS, después de criticar en un informe los intentos de la BMGF por influir la política de malaria de la OMS. La BMGF y otras organizaciones filantrópicas controlan al menos el 10% (probablemente bastante de la ayuda al desarrollo en salud, que ha crecido desde menos de 11.000 millones a 30.600 millones $ entre 2000 y 2010, de los que al menos un tercio son aportados por el gobierno de EE.UU. Para cuidar su imagen e incrementar su influencia, la BMGF invierte más de 1.000 millones $ en actividades de “abogacía”, incluido la subvención directa a campañas de salud global en prensa, como The Guardian, El País, The African Media Initiative, y en radios, como el Public Broadcasting Service y National Public Radio de EE.UU, además de la Kaiser Family Foundations. Al contrario de la RF, la BMGF no ha mostrado un gran interés en reforzar la capacidad profesional y científica del sector público. Por el contrario ha sido responsable de una fuga de cerebros del sector públicos al privado.

6º Conflicto de intereses (ver apartado anterior)






Epilogo: sobre la desconfianza y la Biopolítica global

La crisis nos ha hecho más desconfiados a todos, tanto en relación a los gobiernos que dicen representarnos, como a las entidades financieras y empresas multinacionales que han estado en el origen de esta crisis y se han beneficiado de ella. La desconfianza y la indignación se traducen en la exigencia de transparencia y rendición de cuentas. Hagámoslo también con las organizaciones filantrópicas que dominan la Salud Global. Exigámosles una mayor rendición de cuentas a través de la elección pública y transparente de los miembros de sus consejos y asegurando la evaluación científica externa de sus actividades filantrópicas. Vigilemos sus conflictos de intereses y la amenaza sobre la independencia científica de profesionales y organizaciones de la Salud Global a la hora de marcar prioridades en las intervenciones y la generación de conocimiento.

A la vez, reforcemos el carácter democrático de la OMS, exijamos una mayor rendición de cuentas, facilitemos su independencia financiera, evitemos que se guie por los intereses del mercado y dotémosla de una mayor capacidad ejecutiva, tal como figura en su carta fundacional y en el espíritu de sus creadores. Costó mucho crear la OMS, y sus principales logros fueron el fruto del esfuerzo de cientos, de miles de salubristas, como mi difunto amigo y maestro Jo Asvall1 (director de la OMS Europea) o mi admirado Halfdan Mahler2 (director general de la OMS en su periodo más fértil y comprometido). Cuidémosla y hagamos que sea un instrumento eficaz de la gobernanza mundial y que vuelva a ser el actor principal en la salud global.

Y no nos olvidemos que también en este campo de la salud global, lo que se está jugando es la forma cómo los poderosos siguen siéndolo, a costa de beneficiarse de la mayoría de la población. Tal como dijo Foucault, tenemos que considerar las nuevas formas de dominación. Del control de los soberanos por la fuerza y la esclavitud (propio del mundo premoderno y del colonial), se pasó a un control más sutil a través de la regulación de la vida (reproducción, nacimientos, crianza, mortalidad, enfermedad, epidemias, estilos de vida, emigración, etc). Es decir, a través de la Biopolítica3, en el que la medicina tuvo y tienen un gran papel4. Al hacernos conscientes de ello, especialmente cuando se conocieron las practicas eugenésicas de los estados5, aumentó la desconfianza hacia el estado y la medicina del estado (Salud Pública), por parte de muchos movimientos contrahegemónicos que abogan por un cambio social. También hacia las organizaciones internacionales (inter-estados) surgidas del orden postcolonial6.

Sin embargo, estamos en un tiempo (el de la globalización y el neoliberalismo globalizado) en el que los poderosos se organizan al margen de los estados, y en el que los gobiernos, las regulaciones estatales y las organizaciones internacionales ya no son vistos como necesarios e instrumentos imprescindibles para sus intereses, sino incluso como un obstáculo molesto e indiscreto en el progreso de su cuenta de resultados y en la constitución de un mercado global, desregularizado, pero cada vez más monopolista. Y como instrumento de legitimidad científica de estas metas, el filantrocapitalismo juega un papel central en esta dominancia biopolitica global a través del control de los procesos vitales (mortalidad, morbilidad, fertilidad, epidemias, etc.), de los recursos (alimentación, tierras, minas, riqueza genética) y de la neutralización de las políticas públicas contrahegemónicas. Todo justificado con argumentarios científicos, supuestamente apolíticos, tal como hizo la medicina social en la biopolítica del siglo pasado. Por ello, en este momento, las administraciones públicas, nacionales e internacionales (y los servicios públicos), deben ser consideradas como un valioso instrumento para el cambio social y para poner coto a la irrefrenable ambición neoliberal y neocolonial. Eso si, siempre y cuando sean democráticas, transparentes y que…si, que nos representen (a la mayoría, en vez de a los poderosos de siempre, que saben muy bien cómo ponerlas a su servicio).




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