Quienes viven en pobreza son una carga para la sociedad. Al menos eso es lo que les transmiten siempre: siempre pidiendo, sin aportar por su lado al sistema, consumiendo recursos sin resultados a cambio.
Aunque parezca muy duro decirlo así, son mil y un los mecanismos a través de los cuales hacemos llegar estos mensajes a quienes viven en mayor precariedad. Las ayudas sociales son escasas y claramente insuficiente (¿Quién puede vivir realmente con lo que dan como Renta Mínima de Inserción?), pero se dan como si fueran grandes sumas que hay que fiscalizar para evitar la estafa; las visitas médicas suelen poner en evidencia lo mucho que se ha gastado en medicación con nulo resultado, casi culpando a quien demanda ayuda de no cansarse de compartir su malestar; las políticas de vivienda social... ¡Ah, no, que de eso no hay! Bueno, sí, se hace política criminalizando las alternativas que encuentra la gente y dificultando el acceso a servicios básicos.
Hay un debate que se repite de manera reiterativa, basado en una perspectiva economicista: "¿A alguien que no deja de fumar/beber se le incluye en la lista de trasplantes del cáncer de pulmón/hígado?". Esto se puede ampliar al "Si no se toma el tratamiento que le digo, no venga a verme más", y tantas otras variantes de culpabilización individual. Porque claro, plantearse la responsabilidad colectiva y social que tenemos respecto a las condiciones y hábitos de vida en las que vivimos no solo nosotrxs, sino otras personas, eso es pedir demasiado. Incluso algunxs acusan a esta perspectiva de paternalista, parece que la preocupación por otrxs no se puede establecer con otros modos más horizontales.
Pensando en estas cosas no puedo evitar acordarme de mi rotación en la la UVAAD (Unidad de seguimiento cercano y Apoyo a la Atención Domiciliaria perteneciente al Servicio de Microbiología Clínica del Hospital Gregorio Marañón). En ella Pedro Montilla y Elena Bermudez, junto con otros profesionales sanitarios, vienen trabajando desde hace años con pacientes infectados por el VIH que por diferentes razones (aunque en casi todos los casos relacionadas con una situación de exclusión social) han tenido dificultades en el seguimiento de unas pautas de tratamiento y en el control evolutivo de su enfermedad en otras unidades.
Un estudio realizado en esta unidad durante el periodo 2004-2006 demostró que la intervención de la UVAAD mediante un abordaje específico, individualizado, interdisciplinar, activo y sostenido, atento a los aspectos psicológicos, sociales y sanitarios en el día a día y en el entorno del paciente es capaz de neutralizar efectos negativos clásicamente asociados al fracaso terapéutico en pacientes con infección VIH, con una eficacia similar a la de cualquier nuevo antirretroviral puesto en el mercado comparando las mismas variables (supervivencia, adherencia al tratamiento, etc.).
Pero esto no se logra por casualidad. Es fruto de dos claves de partida compartidas por el grupo de profesionales que lo puso en marcha: por un lado la indignación y ganas de entender las causas que permitían la muerte de muchxs jóvenes (en algún momento llegaban a morir 3 al día en Madrid) cuando ya había tratamiento para el VIH, pero que ellxs no tomaban; por otro el compromiso que nace de asumir la responsabilidad profesional que se tiene frente a esto, sin tirar del comodín "es que no hace lo que le digo". Y ese compromiso es el que les llevó a patearse los barrios de chabolas, a analizar con la gente sus dificultades y a buscar soluciones adaptadas (siempre me acordaré del calendario con las pastillas pegadas para asegurar la toma regular, y así mil y un ejemplos).
Claro que hay tratamientos caros que si no se administran adecuadamente suponen una pérdida de dinero. Sin embargo, la solución no es retirarlos cuando la situación de precariedad es grande, sino dedicar el tiempo, la escucha y la inteligencia propia y ajena para encontrar alternativas.
Pero esto pasa también por escapar de los cantos de sirena de la tecnología e invertir en mejorar las condiciones de vida y establecer una base mínima de seguridad frente a la vulnerabilidad. Garantizar unos ingresos dignos a todas las personas, la estabilidad de una vivienda, apostar por mejorar la convivencia en los barrios más deprimidos. Todo esto, aunque parezca de otro mundo, es salud, previene la enfermedad, aumenta la esperanza de vida. Como aparecía publicado hace poco, ¿quieres disminuir los costes de tu sistema sanitario? Pues disminuye las desigualdades.
No queda otra: para mejorar la salud, hay que aumentar el gasto social y mejorar las condiciones de vida. Sin eso, lo sanitario no dejará de ser algo paliativo en su mayor parte.
Serie completa
Salud, Pobreza y Cuidados (I): Empecemos a hablar
Salud, Pobreza y Cuidados (II): Cuando no se puede, no se puede
Salud, Pobreza y Cuidados (III): Hay muchas maneras de abandonar a alguien
Salud, Pobreza y Cuidados (IV): Hay recursos, hay activos... pero hay que saber mirar
Salud, Pobreza y Cuidados (V): Los cuidados serán en común, o no serán
Salud, Pobreza y Cuidados (V): Los cuidados serán en común, o no serán
Salud, Pobreza y Cuidados (VII): Revisando las perrillas
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