22 nov 2010

Desigualdades vs Dignidad... No es lo mismo, no es igual

Al final las Jornadas PAPPS-PACAP sobre Desigualdades en Salud fueron muy interesantes, y creo que consiguieron abrir horizontes y aclarar conceptos. Porque es verdad que muchas veces en estos temas terminamos usando las palabras como si no significaran nada específico, y da lo mismo desigualdad que injusticia, pobreza que exclusión, etc... Y realmente cada término tiene sus matices y su campo propio, que es conveniente remarcar para tener claro de qué se está hablando realmente.

A mi me ocurrió con el tema de la desigualdad social y la pobreza. Al hablar de lo primero me refugio en este segundo campo, como si fuera el único o el más importante donde se lucha contra la desigualdad. Sin  embargo la desigualdad se asoma por otros lados, y no sólo desde los últimos en la escala social. Tanto a nivel de identidad, de género, de origen, etc. se producen desigualdades que pueden ser igualmente injustas. Aunque al mismo tiempo sigo creyendo que, para entender bien las dinámicas de desigualdad e injusticia que se dan en nuestras sociedades, poner el foco en aquellos que la sufren de manera más importante puede ayudar a desentrañar bien qué mecanismos se ponen en marcha y así poder abordar vías de promoción no sólo para éstos, sino también para l@s que se encuentran en situaciones menos agudizadas.

Efectivamente, la lucha contra la desigualdad no es lo mismo que la lucha contra la pobreza. La primera pone el foco en disminuir las diferencias entre l@s grupos sociales, mientras que la segunda se preocupa porque nadie viva con menos recursos de los imprescindibles. Juegan partidas diferentes, ambas fundamentales y complementarias, pero diferentes. Así, luchando contra la desigualdad puede parecer que se ha avanzado mucho aunque haya un pequeño porcentaje de personas que sigan viviendo en la miseria. Y luchando contra la pobreza se puede caer en creer que todo va bien simplemente mirando el estado de l@s más pobres.

¿A qué apostar? ¿Cuál es la clave del verdadero desarrollo? Ambas parecen fundamentales, pero a la hora de fijar prioridades en nuestra búsqueda hacia una sociedad mejor, ¿por donde tirar?

El campo de la desigualdad en principio nos afecta a tod@s, con lo que parece que se corresponde con una visión más global de la realidad social.

Sin embargo, una vez que se tiene contacto con aquell@s que viven en situaciones de miseria, cuesta renunciar a luchar con ell@s por revertir su situación y la de tod@s l@s que viven realidades similares. De alguna manera, duele tanto asomarse a la injusticia de aquel cuya vida, tan destrozada por todos lados, cuesta creer que merece la pena... que se hace muy difícil apostar por una sociedad en la que se acepte que algunos tengan que vivir de manera miserable, aunque el conjunto vaya a mejor. De alguna manera, la clave de la lucha que se emprende en este caso es "que nadie se quede fuera".

Es cierto que trabajar sólo con estas personas no conduce más que su aislamiento y a potenciar su dependencia y su sensación de incapacidad. Aparte de su papel para anestesiar conciencias. No tiene sentido. Pero también es verdad que si en cada proyecto de desarrollo no aparece como clave la apuesta por incluir en él a tod@s, sin excepción, al final se terminará trabajando más con aquell@s con l@s que es más fácil, es decir, l@s que están en situaciones intermedias, o al menos no tan mal como otros (por ejemplo, con los Objetivos del Milenio de reducir la pobreza a la mitad, ¿que mitad es la que puede promocionar más fácilmente? Posiblemente la que se encuentra en una situación de menor pobreza relativa. ¿Qué pasa con la otra mitad? Mejoran las estadísticas, pero ¿y la vida de esta gente? ¿No puede pasar esto mismo en nuestros procesos de desarrollo comunitario, alimentad@s por l@s más dinámicos y que pueden tender a evitar a aquell@s con más dificultades para participar?). Porque, efectivamente, trabajar porque nadie se quede fuera requiere un esfuerzo tremendo, y de tod@s. Pero los efectos también serán para tod@s, y no sólo para el que está en el último lugar. Si no se hace así, éste cada vez estará más lejos de l@s demás, en una situación más irrecuperable y rompiendo más violentamente la dinámica mayoritaria.

Una clave que creo que da un poco de luz en este asunto es la de la dignidad. Apostar porque nadie se vea obligado a vivir de manera indigna, o que no sea tratado de manera indigna en ningún momento por otr@s. La ventaja que conlleva es que no hay términos medios, no se trata a nadie con más o menos dignidad, es blanco o negro, sí o no. Y una sociedad en la que sus ciudadanos viven dignamente debe luchar por asegurar la dignidad de tod@s para que ésto sea real, no hay medias que se puedan sacar para adornar el asunto.

Para hablar de las claves en el cuidado de la salud, tras varios años de experiencia en el terreno y en la gestión sanitaria, François-Paul Debionne recoge su experiencia y reflexión en un libro que llama "La Santé passe par la dignité", es decir, La Salud pasa por la dignidad. La dignidad es así algo ineludible, que si no se da afecta a la propia posibilidad de vivir y/o construir la salud. Es una condición previa, necesaria, no la única, claro está, pero si clave al hablar de aquell@s que viven en situaciones de miseria y exclusión.  El autor del libro lo explica así "El camino que conduce a la salud pasa en un primer momento por la preocupación por el respeto de la dignidad de todo ser humano, por la consideración a la que tiene derecho, sean cuales sean las condiciones en las que vive. Tener en consideración a cada uno quiere decir tomar en cuenta su reflexión, su experiencia, reconocerle como interlocutor válido para construir un futuro mejor"


Vivir con dignidad. Ser tratado dignamente. No un@s cuant@s, ni siquiera la mayoría.

O tod@s, o...

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